GIUSTIZIA DIVINA

Se puede seguir la presentación del libro en la que interviene la ex numeraria Emanuela Provera como autora, gracias a la transcripción simultánea, salvo cuando se olvidan de usar el micrófono. Me ha gustado porque estos italianos, profesor de sociología y los dos autores, se hacían la misma pregunta que yo misma: ¿cómo es que en Italia, país supercatólico, no explota nacionalmente el asunto pedofilia clerical como lo ha hecho en EEUU, Australia, Irlanda?
ignoro si la respuesta a la pregunta sería la misma en el caso de España, pero en Italia ya tienen una. Todo el mundo nos lleva la delantera.

Su respuesta es que primero es la sociedad indignada y luego el Estado actuante. Sin ciudadanos que pidan justicia no hay justicia.




Justicia divina. Cómo y donde  oculta la Iglesia a los curas pedófilos.

Una casa normal y corriente en la más triste estación balneario. Durante años vivieron cuatro curas mayores y una religiosa que hacía de limpiadora pero que en realidad es la controladora. 



Los 4 curas se alojan en esta casa por mandato de la Iglesia, están castigados: tienen que reconocer y expiar sus "pecados", incluidos cleptomanía, ludopatía y homosexualidad, bien lejos de las miradas indiscretas. El tiempo pasa lento en este mundo de anonimato y aislamiento, los curas rezan, hablan entre sí, ven la tele, una vida normal como si nada.   Uno de los curas presenta un estado catatónico, se entera de todo lo que se dice entre las cuatro paredes amarillentas de la casa.

Es Chile y el escenario corresponde a la película El club del realizador Pablo Larraín que obtuvo el Gran Premio del Jurado en la Berlinale de 2015. En Italia, tras la proyección en el  Festival de de Roma, sólo se proyectó en algunas salas minúsculas. De pronto la rutina cotidiana de los cuatro penitentes se ve interrumpida  por la llegada de un quinto invitado que acarrea una historia de malos tratos. Una de sus víctimas le ha seguido y acampa cerca de la casa para tenerlo controlado. Grita al verdugo desde la cerca que rodea la casa, le recuerda la violencia que sufrió, lo hace usando las palabras más vulgares con todos los detalles groseros mientras le mira a los ojos. Al final el cura pedófilo se suicida aplastado por sl peso de la culpa. 

Entonces aparece el padre García, un orador religioso de nueva generación, determinado, resuelto, inflexible, de hipnótica elocuencia. Un jesuita.  Su tarea es cerrar la casita y evitar el escándalo, y la tragedia que acaba de ocurrir no es más que la excusa. García ha cerrado ya varios hogares similares porque la "Casa madre" considera que se le han ido de las manos. Hasta aquí el cine. 

En realidad los lugares de control, cura y expiación para curas problemáticos son tan apreciados por la jerarquía católica como nunca mencionados en los discursos oficiales. El derecho canónico preve estas   « casas destinadas a la penitencia y a la corrección de clérigos también de fuera de la diócesis » (canon 1337, §2). Las hay en todo el mundo y especialmente en Italia como revela el libro escrito en colaboración por la ex nume, dispersas por toda la península desde Trento a Sicilia. Los autores se han desplazado de lugar en lugar, visitando a los que en ellas se alojan, penitentes, gestores y coordinadores. 

A nadie se le había ocurrido este tipo de turismo. A veces les abrían las puertas, otras veces ni siquiera contestaban a sus llamadas. Al final de una investigación de llamadas, mails, entrevistas, comparativa con datos y anuarios de las diócesis italianas y artículos de prensa en el rango de noticias locales han encontrado 18 hogares.  Puede que haya más, pues se trata de un hecho que se oculta con discreción, el Vaticano teme  el escándalo público si se descubriera. 

Y con razón, porque dichos centros se hallan en un indefinido  punto medio entre clínica psi para curas en crisis y  cárcel, entre sus paredes los curas que han tenido sus problemillas con la justicia italiana se abstienen de cumplir las medidas cautelares dictadas por los jueces.

Todavía hay más. Son los lugares usados por la Iglesia para tratar y controlar a los curas  que la Congregación de la Doctrina de la Fe halló culpables de abusar de niños, y que la Santa Sede no ha querido denunciar a la ONU ( a 2 comisiones diferentes de las Naciones Unidas) que en 2014 pidieron al Vaticano respeto a la Convención para la protección de menores y la de la tortura. La Santa Sede hace caso omiso de los curas que espontáneamente pidieron ayuda a "colegas" especialistas tras haber descubierto que se sentían atraídos por niños.  

En la práctica son lugares prisión sin barrotes ni carceleros, paralelos a los del Estado, los supuestos autores de los crímenes cometidos en Italia son detenidos pero sus superiores no los llevan ante la justicia civil.  Porque según la ley vaticana son antes que nada pecadores y por tanto deben ser castigados según los cánones de la justicia divina. 

Estas casas no son más que la punta del iceberg. En entrevista con psicoterapeuta cura los autores descubrieron que desde hace al menos 30 años existe en Italia una red bien organizada de ayuda a curas en crisis, envuelta en el secreto más absoluto y que recorre la península como si de una corriente de agua kárstica se tratara.  Una red compuesta de cientos de casas parroquiales y de casas de familias de laicos dispuestas a acoger a eclesiásticos que según sus superiores necesitan "desconectar" durante períodos más o menos largos debido a los motivos más dispares, desde desacuerdos internos a crisis de vocación.  

En cada una de las más de 220 diócesis italianas hay al menos una estructura capaz de aislar del mundo a los "hijos de la Iglesia" que quieren lanzarse a un viaje de recuperación, de expiación y de penitencia. Las instituciones religiosas están excluidas, no disponen más que de servicios ambulatorios y de la ayuda externa de un equipo de psicoterapeutas. Otra alternativa la "cura" de las hermanas del convento.


¿Cómo funcionan estos centros? ¿quién los financia? la Iglesia se hace cargo de curas y religiosas en dificultades como "madre amorosa". La violencia contra los niños no es el único crimen: está la religiosa acosadora, el cura homicida y el homosexual, que para la Iglesia sigue siendo un pecado expiable lejos de miradas indiscretas. Son minoría por supuesto, pero no dejan de ser numerosos. La culpa la tiene el diablo y así se ve en la última parte del libro dedicada a las escuelas de exorcismo en Italia y a las ceremonias de liberación en las que los autores han podido participar. Si esta es la realidad a la que se enfrentan las llamadas del Papa Francisco a la conversión será difícil cambiar las cosas.

Comentarios

Ana A ha dicho que…
Complemento a esta información italiana:

estos centros italianos de reposo y penitencia proceden de los Centros de los Servidores del Paráclito creados en los años 50 y que sobrevivieron como refugio de curas pecadores necesitados de rehabilitación hasta 2000 por el mundo entero. El fundador de los Siervos del Paráclito, santo sin duda, Gerald Fitzgerald se ocupaba de curas alcohólicos, drogatas, pedófilos. Empezó en EEUU en Jemez Springs en 1947, en terrenos de la NASA. Fue un trato realizado con el Vaticano a cambio de protección ofrecida por EEUU a nazis y ustachis croatas huidos acogidos en CIA, NASA...etc. Fitzgerald se dió cuenta del peligro de los curas pedófilos y solicitó que los encerraran de por vida ademáś de reducirlos al estado laico. Juan XXIII lo escuchó, pero Pablo VI Lo destituyó y puso en su lugar a Joseph Mc Namara, que como el Papa quiso se dedicó a recolocar a los pedófilos tras una cura que duraba entre 6 y 8 meses. En ese período de "cura" podían salir los fines de semana, lo que multiplica las oportunidades de los delitos pedófilos.

Esa ha sido la política eclesial- Con el tiempo se fueron cerrando esos centros y dispersando a los curas por diferentes congregaciones no especializadas, lo que dificulta seguirles la pista. En los 90 se da a conocer el proyecto de Fitzgerald y entonces salta la responsabilidad criminal de criminales y sistema encubridor. Si en EEUU todo esto sale a la luz y no es posible tapar, se intenta que la ola informativa no llegue a Europa.

De ahí estos nuevos centros de los que habla Emanuela en Italia, ya no de la orden de los Siervos del Paráclito, sólo una continuación de manera más o menos secreta.

De manera que los jefes de la Iglesia no pueden venir con el cuento de que no sabían porque sí sabían y nadie se quejaba ni indagaba, es la diferencia con lo que hoy estamos viviendo.

A ello se añade el escándalo de que quieran colar la santidad de Pablo VI, papa hamletiano y sufriente, período difícil sí, pero que en este asunto demostró la mentalidad clerical decimonónica que nos caracteriza, de lo importante es que no se sepa, no las víctimas inocentes del poder eclesial.




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