OMNIPRESENCIA

 

Desde que dejé la droga no he parado de leer cuanto libro de historia de España ha caído en mis manos. Enrique Moradiellos catedrático en la universidad de Extremadura es uno de mis autores favoritos, gran sintetizador, mejor escritor, ameno y autor de hermosos textos que es un gusto leer y escuchar. Como nadie hemos caído de un meteorito, somos en gran medida producto de la sociedad que nos vio  nacer y en la que nos educamos, es preciso tener cierta idea de estos hechos y personajes. Demasiados “falsos padres”, abusadores de una palabra fundamental, que se autoproclaman lo que no son y se aprovechan de los demás. Del pueblo fiel que no tiene o tenía porqué sospechar tanta doblez.

Se titula “Francisco Franco, el militar prudente que llegó a caudillo providencial” y está en  “Soldados de Dios y Apóstoles de la patria” editado por Comares en 2010.

Además cada pocos párrafos aparece alguien de la family, no precisamente sufriendo cárcel, represión y condena a muerte, lo que hoy es timbre de gloria. Más bien apuntalando la dictadura y obteniendo pingües beneficios del régimen que persiguió a la mitad de la población de España en nombre de su “esencia eterna”.

Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios. Así rezaba la inscripción presente en el reverso de todas las monedas españolas acuñadas desde diciembre de 1946 por decisión unánime del Pleno de las Cortes españolas. Era uno más de los múltiples honores oficiales tributados al general que había obtenido la victoria incondicional en la guerra civil de 1936-1939 y que hasta su muerte el 20 de noviembre de 1975 había ostentado la condición de Jefe de estado, Jefe del gobierno, Generalísimo de los Ejércitos, Homo missus a Deo (enviado por la divina Providencia) y Jefe Nacional de Falange, “solo responsable ante Dios y ante la Historia”. Se trataba, en suma del Caudillo de España, del Supremo Capitán de la Raza, del César invicto, del Salvador de la Patria, del Angel Custodio del Imperio español y del Centinela de Occidente: un dictador de autoridad omnímoda y arbitral, profundamente reaccionario, ultranacionalista y católico-integrista, que había asumido el 1 de octubre de 1936, todos los poderes del nuevo Estado y cuya magistratura “sería vitalicia y providencial”. Y, por supuesto, no era un mero y simple dictador por razones hiperbólicamente articuladas por el escritor gaditano (y opusino que compartió mesa y mantel con el founder en Pozoalbero, Jerez de la F.), José María Pemán:

“F.F el valor sereno, la idea clara, la voluntad firme y la sonrisa. Porque Franco no es dictador que preside el triunfo del partido o sector de la nación. Es el padre que reúne bajo su mando, como una gran familia, todas las fuerzas nacionales de España (…) Franco sonríe y acoge. Porque bajo su mando no tiene soldados, ni falangistas, ni requetés. Bajo su mando tiene a España entera.”

Un hombre que desempeñó todas esas magistraturas y recibió todos esos halagos mayestáticos durante casi 40 años forzosamente tenía que estar presente en todas y cada una de las manifestaciones públicas y sociales de la vida de España. De hecho como recordaba con motivo del 25 aniversario de su muerte el escritor Antonio Muñoz Molina, Franco “era la cara que se veía en todas partes”. Estaba presente su efigie, desde luego, en las monedas. Pero también en los sellos de correos, en el aula del colegio a la derecha del crucifijo, en las paredes de todos los organismos estatales, en el noticiario del NO-DO, luego también en los informativos de tv, a veces en estatuas ecuestres imponentes (en Madrid, Barcelona, Valencia, Ferrol, Santander…) Estaba presente también su nombre pronunciado tanto en los discursos oficiales que terminaban con una invocación trimembre (¡Franco, Franco, Franco!) como en las homilías que solicitaban la protección divina para nuestro Jefe de Estado, Francisco. Y estaba presente, además, mediante su peculiar voz, atiplada y monótona, que se escuchaba por radio y tv en múltiples ocasiones solemnes: el 1 de octubre, durante la fiesta nacional de Exaltación del Caudillo, el 18 de julio en la Conmemoración del Glorioso Alzamiento Nacional, y, sobre todo, el 31 de diciembre en el tradicional Mensaje de su Excelencia, el Jefe del Estado, a los españoles.

En su calidad de figura histórica relevante, Franco fue objeto de una amplia literatura biográfica. Aunque, hasta hace poco, apenas se contaba con biografías de ecuánime rigor académico y calidad historiográfica contrastada. Por supuesto, 40 años de dictadura personal habían generado una vasta producción de carácter apologético y casi hagiográfico. En este apartado, destacan especialmente las obras del periodista Joaquín Arrarás, primer biógrafo oficial ya durante la guerra civil, la de Luis de Galinsoga y Franciso Franco Salagado-Araujo, cuyo propio título y fecha revelan su estrecha dependencia de la Guerra Fría, el libro y guión cinematográfico de José M Sánchez Silva y José Luis Sáenz de Heredia, destinado a conmemorar los 25 años de paz de Franco, la penúltima versión biográfica del prolífico Ricardo de la Cierva y el más reciente, más voluminoso pero igualmente apologético retrato de Luis Suárez Fernández (otro super ¿padre del rector de la uni PPera madrileña que había copiado su tesis? ).

En abierta polémica con estos títulos, la oposición antifranquista también generó sus propias biografías sobre el caudillo, donde dominaban los tintes demonológicos y la denuncia política en diversos grados y formas. Entre todas ellas, destaca por su penetración e influencia la publicada en París por Luciano Rincón bajo el seudónimo de Luis Ramírez. Menos pretensiones y más carácter satírico tuvieron otros dos retratos hostiles obra de Salvador de Madariaga y Amando de Miguel. Quizá a este mismo género puedan sumarse, con las debidas matizaciones, las más recientes y conocidas ficciones literarias de Francisco Umbral y Manuel Vázquez Montalbán (Autobiografía del general Franco, no te la pierdas, reirás.)

La reconsideración historiográfica de la figura de Franco comenzó a ser una realidad probada tras su muerte y el restablecimiento de la democracia en España. De hecho, cabría apuntar que hubo que esperar hasta 1985, cuando Juan Pablo Fusi publicó un ensayo biográfico que, por su ecuanimidad en el tratamiento y su apoyatura en la nueva documentación disponible, suponía una ruptura tajante con las biografías previas al uso.

Esa labor de reconsideración se profundizó en 1992 con la aparición del estudio de Javier Tusell (otro que tuvo vocación temporal) sobre la figura de Franco durante los años de la guerra civil; un retrato que se nutría de un material informativo y muy revelador (los diarios de 3 colaboradores y ministros del Caudillo y los fondos documentales de archivos españoles e italianos). Sin embargo, a pesar de ese avance, seguía faltando una biografía general sobre Franco que tuviera en cuenta la enorme cantidad de material archivístico y testimonial aparecido en los últimos años sobre su persona y actuación histórica. La carencia quedó cubierta en otoño de 1993, con la publicación en Inglaterra de la biografía elaborada por Paul Preston. No en vano, esta obra, fruto de más de un decenio de trabajo, era monumental por sus dimensiones y exhaustiva apoyatura documental primaria.

El esfuerzo historiográfico iniciado por Fusi, profundizado por Tusell y culminado por Preston ha sido posteriormente completado por una larga nómina de autores relevantes: Alberto Reig Tapia, Bartolomé Benassar, Fernando García de Cortázar, André Bachoud, José Luis Rodríguez Jiménez, etc. Esa tradición de estudios biográficos ha permitido que hoy en día sea posible desvelar gran parte de los enigmas que rodeaban la trayectoria pública y privada del general Franco. Al compás de ese mismo esfuerzo y de las contribuciones parciales de otros autores, muchos mitos elaborados por la hagiografía franquista han quedado pulverizados, particularmente los tres más caros al propio Caudillo, su pretendido carácter de cruzado que salvó a España del comunismo en la guerra civil, su aireada habilidad como estadista preclaro que supo preservar la neutralidad de España durante la 2ª guerra mundial, y su responsabilidad consciente en la puesta en marcha del proceso de modernización económica y social de la década de los 60. De igual modo, han quedado arrinconadas muchas de las ideas abrigadas por la oposición antifranquista, que le retrataba como un tiranuelo cruel y poco inteligente al servicios de los intereses del capitalismo español, aupado al poder sólo gracias a la ayuda de Hitler y Mussolini y que sobrevivió 40 años debido a una combinación de represión salvaje interior y buena suerte con el exterior.

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