EL CONTEXTO FUNDACIONAL (SUPUESTO)

Esto no hay quien lo cambie y lo veo venir....

 Se impone que nos detengamos para reconstruir brevemente la coyuntura espiritual del movimiento seglar español en el momento (supuesto, nada es menos seguro) 1928, de nacer el "Opus Dei". Faltaban 2 años para el final de la Dictadura de Primo, y 3 para la segunda república.

Se daba entonces en España un jurisdiccionalismo a secas que, frente al Estado liberal, predicaba el desacato la condena, y soñaba en el golpe salvador que lo pusiera en manos de hombres fieles a la Jerarquía, para, desde el Estado, imponerse a la sociedad. Los mantenedores de esta postura se llamaban a sí mismos integristas.

Unilateralmente jerárquico, no concedía autonomía  a los seglares en los órdenes político y social, teniendo que limitarse a ser ejecutores de la Jerarquía. En lo espiritual, el ideal de los seglares tenía que ser imitar en lo posible a los frailes; la salida eran las Órdenes Tercera, el Oficio Parvo, el Rosario y el fin primario del matrimonio, con continencia en Cuaresma.

Junto a la anterior postura que ya se veía como anticuada y corriente en los años veinte, aunque iba a perdurar hasta después de la guerra civil, se había abierto paso una corriente nueva que cobró conciencia de sí misma a partir del Congreso Eucarístico Universal de Madrid, y ya en vísperas de la República era la que daba tono al movimiento seglar español. La alentaban las Congregaciones Marianas y cuajó en la ACNDP. Era también jurisdccionalista, también aspiraba al Estado confesional, pero comprendía que sólo se dominaría en precario el aparato estatal si antes no se había conseguido el control de los sectores esenciales de la sociedad civil.

Aceptaba además la forma democrática del Estado, pero sólo tácticamente. En el fondo pensaba que dado el arraigo del sentimiento religioso y la organización capilar de la Iglesia Española, si se hacía un verdadero esfuerzo de encuadramiento doctrinal y político del pueblo católico se conseguirían sufragios mayoritarios. Por dar importancia a la sociedad civil, insistía en la deontología profesional, apreciaba los aspectos morales de las profesiones y suponía por tanto, un progreso con respecto al anterior. Para ella, las grandes directrices sobre el orden civil cristiano se hacían en Roma, y a los seglares les correspondía asimilarlas y propagarlas.

También por dar gran importancia a la sociedad civil, era conservadora y enemiga de la nacionalizaciones y de todo aumento del poder, del Estado, aspirando a crear un Estado paralelo; siempre hablaba del principio de subsidariedad.

Fue en esta línea en la que de algún modo está inserto mons Escrivá, aunque con ciertos matices diferenciales e innegables aportaciones, sobre las que volveremos.

Con todo, nada más inaugurarse la República tienen lugar un acontecimiento en España que supone un verdadero cambio de mentalidad, porque es en germen una superación de la actitud jurisdiccionalista; nos referimos a las conferencias dadas en la Unversidad de verano de Santander por Jacques Maritain y que fueron recogidas en el volumen "Humanismo cristianismo". Al centrar allí Maritain en la dignidad de la persona humana todo el orden político y moral, se abría el nuevo camino en profundidad que un cuarto de siglo más tarde desembocarla en el Concilio. Pero en España la guerra civil y el franquismo obligaron a mantener poco menos que clandestinamente esta postura a los escasos, aunque distinguidos, seguidores españoles de Maritain.

Espíritu marcial del founder 

EdB fue un hombre dotado de raros talentos de organizador, hubiera podido ser un excelente caudillo militar o un excepcional  empresario, y hasta un jurista lleno de recursos, pero no fue nunca un intelectual, ni mucho menos un profeta.

Escrivá fue un jurisdiccionalista eficaz que consiguió llevar hasta sus últimas consecuencias muchas exigencias prácticas de la versión jurisdiccionalista del movimiento seglar. Mons Ecrivá, inspirándose en las Constituciones de la Compañía de Jesús, exigió a los seglares plena obediencia y disponibilidad para el apostolado. Organizó su Instituto como un ejército, lo que es perfectamente coherente con la mentalidad jurisdiccionalista, que es una mentalidad de imposición y, por tanto, de lucha. Su obsesión fue conseguir la unidad de mando, procurando la máxima exención con respecto a la Jerarquía Ordinaria. 

Dio a su Instituto una organización rigurosamente piramidal, consiguiendo que la cúspide sepa siempre lo que ocurre en la base, y la base no conozca las deliberaciones de la cúspide, sino tan solo sus órdenes y consignas. Hizo el mayor esfuerzo del Instituto se consagrase a la dirección omnímoda de los socios, igual que en un ejército se consigue la disciplina gracias a ejercicios permanentes de instrucción.

Su poder sobre el Instituto fue total en vida, y es muy posible que sólo pueda esperarse que el od evolucione cuando desaparezcan las promociones de los que tuvieron trato con él. Los innegables aspectos modernos que se dan en el od son aspectos instrumentales; en lo profundo, el od sigue moviéndose dentro de una concepción de la Gloria de Dios de tipo jurisdiccionalista. Ahora bien, ¿quién asegura que en el ámbito de la Iglesia haya sido superada con obras y de verdad esa postura, y no vuelvan a darse retrocesos?


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