PROXIES

Un homenaje a mi  padre por el pueblo y la dedicación de Andrés a sus yeguas raza Burguete min. 10:00, las vende para carne a otros países donde es costumbre cocinar filete de caballo. En aquellos tiempos las jacas y potros navarros acababan en los arrozales de Valencia.

 

La feria de san Fermín era el momento clave donde se cerraban los negocios, a orillas del Arga, entre ganaderos del norte y agricultores levantinos. Acudían mis primos, algún tío, mi propio padre.

Mumárriz, a los pies de la sierra de Andía, vientos huracanados por estar en lo alto, a 900 m y muy expuesto a todos los aires, sin protección de montañas que frenen la ventolera. Nevazos proverbiales. 

 Pasaron años y desgracias para entender su grandeza, legado y enseñanzas que mi padre nos transmitía. Entre otras, el amor, respeto, afición y veneración por los animales. Jesús estaba en el sagrario y la religión era otra cosa, pero el trato que daba y la actitud hacia ellos, me hacen pensar en lo religioso. Si me leyera me diría que estoy sacando las cosas de quicio. Sin caer en el animalismo ni en el totem, mostraba un gran respeto y empatía hacía ellos, los "entendía". Al menos la pequeña Ana lo percibió así, tampoco nos largaba sermones sobre "amor a los animales", no sé si le hubiera gustado esa forma de hablar y no creo que hubiera votado a PACMA. 

Una palabra, "padre", tan esencial en el opusescrivarianismo, que me hizo caer en la trampa, precisamente por haber tenido un padre admirable, maestro de vida, que daba importancia a las cosas que pueden llenar y dar un sentido, como el amor a nuestros "cuatro patas". Le encantaban las fábulas, algunas de Samaniego e Iriarte nos las recitaba de memoria, y todavía me las sé por habérselas oído a él, no por leerlas. La de los dos conejos me marcó,   discutimos por "cosas de poco momento, dejando lo que importa". Un lema de vida.

Hubo que pasar por los falsos padres, los impostores, y así comprender el valor del padre verdadero, que te da la vida y te deja su ejemplo, sin necesidad de sentarse a decirte: "hija mía, se vive así y así". Frente a los charlatanes que luego tuvimos que aguantar, puro rollo y estafa, que se hacen con una palabra sagrada, padre, cuando en verdad actúan como ladrones, asaltacunas, destrozantes de familias  y fortunas. Y se hacen llamar tu padre porque les "interesas", no porque lo sean bajo ningún punto de vista. Abuso.

Atravesar lo negativo para llegar a la síntesis que diría Hegel.

Alguien trae a colación en un comentario la etimología de una palabra y me sugiere que "corrija" a cierta persona. No lo haré, no lo veo. Me ha recordado otros tiempos. 

Alguna vez la directora del centro o del curso anual te llamaba a dirección y te sugería una corrección: "Dile a fulanita que no cruce las piernas en la tertulia". La respuesta acertada inspirada por el Espíritu Santo: "Tú lo has visto, díselo tú".

Hacer y recibir una corrección es un mal trago, a no ser que te identifiques con el sadismo institucionalizado  caracterizado por obtener la insana alegría  de hacer pasar un mal rato a otra a la que envidias o tienes rabia. Por "obediencia" caí y corregí "proxy". Además de que la dire se lavaba las manos, quedaba como una reina, la corrección establecía una cuña entre las numes que se llevaban bien. Y las dires se situaban au dessus de la mêlée, que diría Macron.

Correcciones proxies que deshacían posibles "afectos" , vínculos normales entre personas convivientes que compartían tanto: la vida en los centros, el "espíritu" y la "de-formación". Perniciosos en particular  cuando eras joven adolescente recién pitada.

Recuerdo una corrección que me hizo otra numerarita, teníamos 16 ó 17 años, vivíamos en el mismo barrio alejado del centro. Así que compartíamos la media hora larga de trayecto al centro para la misa por la mañana y por la noche la vuelta a nuestros respectivos domicilios familiares. Charlábamos y alargábamos el "viaje" quedándonos de pie en una esquina entre su casa y la mía.

 Debieron notar complicidad y hubo que "meter la cuña". Estoy casi segura de que "su" directora espiritual le sugirió  una corrección absurda que rompiera la confianza entre nosotras. Si no fue así esa vez seguro que otras veces ocurrió.

Para eso estaban las correcciones, no lo he entendido hasta hoy: so capa de "ayudar espiritualmente" rompían  nexos afectivos entre ovejitas.

Las "espabiladas" solucionaban esta renuncia al calor humano por el único camino reglamentario: veneración rendida a los pies de las directoras, del centro y de la dele. Convertirte en pelota y chivata de las jefas, venderles tu conciencia. Ser una rastrera, que simula amistad y "vende" a las demás. Camino seguro para que te "ascendieran" y confiaran en tí con nombramientos en la escala.

 Juego de los equívocos, pensábamos que las "ascendidas" eran más santas, piadosas, trabajadoras y encarnaban mejos el "espíritu" cuando en realidad eran las "peores" y más vendidas al sistema. En las que más podían confiar.

Podías ser buena persona  y tener buena intención, pero  el sistema opusino destrozaba a las buenas personas. Enloquecías, acababas fuera y enferma si eras demasiado buena. 

 Seguís diciendo que hay gente "buena" dentro, la gente "buena" no dura con salud, las contradicciones son tantas y tan brutas que te rompen. Te perviertes. Los demás se convierten en meros escalones para tu ascenso  y permanencia en los puestos relevantes. Ya sea puestos internos o puestos en sus instituciones educativas o empresariales. Si quieres gozar de la confianza "de las alturas", tienes que venderles tu alma.