¿Mereció la pena?

Parece ser que algunos opinan que tanto sufrimiento pasado en el opus mereció la pena. Me parece una barbaridad que va contra toda lógica y cualquier atisbo de sentido común. Una cosa es que echemos mano de todos los recursos para salir adelante, que nos agarremos a la vida y miremos al futuro con optimismo a pesar de todo, y otra muy distinta es negar la evidencia de que lo vivido fue simple y llanamente una estafa.

Es muy difícil sabe "lo que pudiera haber sido y no fue", si no hubiéramos tenido la desgracia de ser captados. Y además después de tanto tiempo da igual, el tiempo pasado no vuelve. Pero la realidad de que fuimos estafados, coaccionados, engañados, manipulados... ¿qué tiene eso de bueno? absolutamente nada.

Me parece bastante cínico que el opus intente convencernos de que no todo fue malo, pues sí, el mal absoluto sin mezcla de bien ninguno no existe, no se podría vivir. Lo saben muy bien los torturadores de toda especie, no se puede hacer daño sin parar, de vez en cuando hay que aflojar para que la siguiente tanda de malos tratos tenga efecto. Así actúa el opus con sus huestes, hasta anularte como persona. Hasta quedarse con la llave de tu conciencia.

Debes sentir en todo momento que estás sometida, pero sin darte cuenta. Debes seguir engañada o medicada si te da por pensar. De ahí la necesidad compulsiva de inventar mentiras, de retorcer y ocultar las cosas que de verdad pasan. Si te fías de ellos totalmente acabas mal.

Verdaderamente en los malos momentos de la vida es cuando se prueba la tan cacareada "fraternidad" y caridad de dentro. ¿Quién de todas las personas que conocí en esos 19 años, cientos supongo, se interesó por mí cuando más lo necesitaba? absolutamente nadie. Nadie de dentro daba un duro por mi persona. No soy única en esto de "no ser querida" dentro, tampoco se quieren unos a otros. Se utilizan mutuamente.

Sin embargo cuando inexplicablemente salí ilesa de todas las putadas que por su culpa hube de sufrir, entonces, como quien no quiere la cosa, por un lado, por otro, un cura de una ciudad lejana, una supernumeraria, una cooperadora en una acera, en la universidad, donde sea, fueron apareciendo con la sonrisita que les caracteriza colgada de los labios. La sonrisita colocada que no sale del alma, sino del cálculo.

De veras que yo no le veo ninguna ventaja, absolutamente ninguna, a haber tirado por la ventana media vida.

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