LA AMBIGÜEDAD DEL PADRE




2.2 Abuso de poder y conciencia

El clericalismo como la propia palabra indica concierne a los clérigos: la representación que los curas se hacen de sí mismos como miembros de la Iglesia separados y sacralizados con respecto al cristiano ordinario. Se refiere también a la manera cómo los laicos consideran a los curas, su papel, su poder, su distinción, y cómo se sitúan con respecto a ellos reforzando esta imagen. Por ello se puede hablar de laicos clericales.

La cuestión de los abusos de poder y de conciencia puede estar ligada a la clericalismo pero es más amplia. Dichos abusos pueden ser perpetrados por laicos que ejercen una autoridad religiosa en el seno de asociaciones, movimientos, congregaciones religiosas (prelaturas...).
Se trata de una forma de absolutización de la obediencia religiosa que incluye explícitamente la renuncia a la  propia voluntad y por tanto al propio juicio de conciencia, obediencia impuesta por la persona que tiene una responsabilidad en nombre de su función que le permite erigirse en ser expresión inmediata de la voluntad de Dios.

En determinados casos esto puede llevar a abusos sexuales, pero no sólo. También en este caso se trata de una cuestión del "lugar": el guía espiritual pretende ocupar el lugar de Dios, su palabra es cuasi palabra divina. Empezamos a tener documentos sobre este tema que atestiguan. Un ejemplo serían las desviaciones en la comunidad de Focolari, desviaciones directamente ligadas a la teología mística de la fundadora Chiara Lubich.



Múltiples testimonios se han juntado y un análisis de dicha teología se impone para impedir el proceso de beatificación en curso. Espero que dicho proceso sea bloqueado. (Yo también, otro ya se ha colado delante...)

Dichos abusos son profundamente destructores de las personas, tanto como lo son los abusos sexuales. Abundan los suicidios.
Los crímenes pedófilos, los abusos sexuales de adultos (y la violación de jóvenes religiosas) y los les abusos de conciencia tienen en común atacar a personas  vulnerables. En toda relación de autoridad hay una asimetría entre la persona que tiene la autoridad  (padres, profesores, médicos, animadores de tiempo libre, curas, superiores religiosos, etc.)y  la o las personas colocadas bajos esta autoridad. Siempre hay un mando del uno sobre el otro. Este mando es sano cuando se pone al servicio de la autonomía y el bien del sujeto. Hay abuso cuando dicho poder se usa en beneficio de la persona que tiene la autoridad y en detrimento de quien está bajo su autoridad, beneficio sexual o afectivo, de dominio, financiero … La libertad del sujeto se ve entonces gravemente comprometida. EL dominio es particularmente fuerte y destructor cuando la persona religiosa que detenta la autoridad identifica su comportamiento con la voluntad de Dios.

2.3 La homosexualidad del clero

La investigación del libro Sodoma es abrumadora. Incluso si puede haber exageración o generalización indebida, no es posible cuestionar el fondo de la acusación.  Sodoma no denuncia el hecho de que haya homosexuales o una mayor proporción de homosexuales en el clero. Denuncia la constitución de redes, redes de influencia y poder que gangrenan el funcionamiento de las instituciones eclesiales.



Martel introduce un factor explicativo pertinente al menos en parte. ¿Por qué tantos homosexuales en el conjunto de sacerdotes, en los seminarios o en las casas de formación religiosa? Cuando la homosexualidad como tal se ve condenada en la sociedad y cuando el tema es un tabú, un joven que no se siente bien consigo ni atraído por las mujeres, que descubre a veces explícitamente su homosex o a veces no de modo muy claro, en esas condiciones la vida religiosa es una clara tentación.Piensa y espera que quizá pueda curar esa tendencia que le hace sentir culpable: algunos dicen que creyeron que la Ordenación resolvería definitivamente el problema.

Pero el joven entra en un medio en el que otros han calculado igual y en el que los más antiguos han pasado de la tendencia al acto. Las cosas se encadenan de manera que se establece una forma de solidaridad   entre homosexuales, y de cara al exterior la realidad se oculta tras gruesa capa de silencio. En algunos casos se crea una especie de mafia de reconocimientos, apoyos, poderes… y así hasta llegar a la cima de la curia romana.

El problema surge cuando se instalan relaciones de este tipo "de amiguismo" entre curas y obispos homosexuales, lo que ha llegado a ocurrir desde la formación en ciertos seminarios y casas de formación  religiosa y cuando así se tejen redes de poder más o menos ocultas. Una vez más en este caso la omertá ha jugado su papel para no cuestionar la credibilidad de la institución.

2.4 Colocarse en el lugar justo

Lo del lugar es fundamental. Pero me parecen necesarias 3 precisiones.

No es sólo cuestión del abuso sexual. La cuestión concierne tanto al superior religioso, también en los movimientos de laicos o al director de conciencia: el abuso de poder y de conciencia es una usurupación del lugar con respecto a una persona en situación de fragilidad.

Por otra parte en lo que concierne a los curas hay que subrayar la ambigüedad del título de padre. Dicho título no es totalmente ilegítimo, a pesar de que Jesús advirtió : « no os llaméis padre entre vosotros». La paternidad espiritual bien comprendida tiene sentido, me parece. A condición de que quede en su lugar. Puede haber deriva en razón de esta relación con la paternidad, cuando el cura o el superior religioso usurpa el lugar de Dios Padre. El título de padre comporta el riesgo de inducir al abuso de poder. Personalmente me alegro de que en nuestra Orden de Predicadores desde el Concilio ya es oficial que no nos llamamos padres sino hermanos y también pedimos a los demás que nos llamen así. Pienso que con este punto del "lugar justo" se pueden analizar las derivas que se sitúan en el plano financiero y el de los modos de vida lujosos: se trata de manifestar poder, un poder usurpado.

3. ¿Qué hacer ahora ?

Francisco ha llamado a la participación de todos para salir de esta crisis.Esta participación puede situarse en 2 niveles, además del hecho de comprender causas y consecuencias de esta crisis.

El primer nivel está en la inteligencia de la fe hoy: hay que pensar de otro modo las categorías teológicas y prácticas institucionalizadas que expresan la fe en la institución eclesial. Si como dice claramente el Papa la crisis es sistémica, hay que plantear las preguntas al sistema y preguntarse qué es lo que habría que cambiar.

El segundo nivel es actuar de modo personal y comunitario: cómo ampliar de forma  responsable el espacio de lo posible en coherencia con esta perspectiva.



3.1 Los cuestionamientos institucionales y doctrinales

Las crudas revelaciones de unos años a esta parte cuestionan la imagen clásica del sacerdote, pero cuestiona también la doctrina y la teología que funda dicha imagen. Podemos desviarnos un poco para mostrar la necesidad de repensar ciertas evidencias bastante compartidas en la Iglesia referentes a los sacramentos y al ministerio.

Una primera fractura de la Iglesia marcada por una oposición frontal a Francisco tuvo lugar con respecto a la cuestión de las personas divorciadas y vueltas a casar y la posibilidad de reintegrarlas plenamente en la vida sacramental de la Iglesia, y por tanto en la comunión eclesial, cuestión planteada con ocasión de las 2 sesiones del sínodo sobre la familia. [11].

Si el sínodo dejo la cuestión en suspenso ni a favor ni en contra, Francisco en su documento de conclusión  Amoris laetitia no ha dicho claramente que sí pero entre líneas deja ver su posición personal de apertura. Pienso que no ha dicho claramente su voluntad de apertura en coherencia cn su deseo de desarrollar una verdadera colegialidad episcopal, no quiere imponer su autoridad pontificia. Los obispos tienen esa responsabilidad de decisión.

Ha mostrado apertura en distintas ocasiones, por ejemplo en la carta dirigida a la conferencia episcopal de la región de   Buenos Aires en Argentina, carta hecha pública, por la que dice explícitamente que la práctica de apertura efectuada por dicha conferencia corresponde a la interpretación correcta de Amoris laetitia. Hasta hoy solo 2 conferencias episcopales se han expresado en esta línea aperturista: la de Malta y la de Bélgica. La comisión de la Familia de la conferencia episcopal de Alemana también se muestra clara. Las de Polonia y Afganistán han declarado que Amoris laetitia no cambia nada con respecto a la doctrina de Juan Pablo II.

Francisco y la mayoría de los obispos favorables a la apertura dicen que esta no cambia la doctrina sobre el matrimonio, que es una cuestión que releva de la pastoral y de la misericordia. Pienso que no es coherente ni defendible. ¿En qué queda la indisolubilidad que es una noción canónica y jurídica además de teológica si se admite que es posible otra unión ? Afirmar que para un matrimonio cristiano válido es precisa una verdadera intención  de fidelidad y por tanto hacer lo posible para que la unión pueda durar es diferente a la afirmación de su estatuto de indisolubilidad. Por otra parte si se reconoce que tras un fracaso que ha de ser reconocido como tal, y si se cumplen las condiciones de la justicia con respecto al ex y a los hijos y si hay deseo de perdonar,  es posible una reconstrucción en el seno de una nueva unión, y cuando la fe es viva, ¿por qué decir que la bendición de Dios entonces invocada no es de tipo sacramental? ¿qué es un sacramento?

El cuestionamiento del clericalismo tomado en serio lleva a preguntarse por el ministerio y el sacramento del Orden. La historia ha llevado a que en Occidente todo el ministerio sacramental se concentra en el cura de manera única, muy determinada y limitada: un hombre célibe comprometido de por vida. Desde hace mucho surgen preguntas al respecto: ordenar hombres casados (se planteó en el Sínodo de Amazonia), ordenar mujeres, oficialmente JP II dijo definitivamente que no. Hay que reconocer que esta exclusión de las mujeres ya no resiste culturalmente.

Una cuestión que se planteó en el concilio y fue apartada fue la posibilidad de ordenar diaconesas. Pablo VI relanzó la cuestión y la respuesa fue negativa. Francisco de nuevo sacó el tema hace 3 años.   La comisión no pudo ponerse de acuerdo sobre la base de una referencia histórica totalmente anacrónica, se preguntó si las diaconesas de las que se habla en el nuevo testamento y otros textos del siglo II recibieron ordenación sacramental, cuando la ordenación sacramental no existía en aquella época. El sínodo de Amazonia lo ha vuelto a replantear y Francisco ha dicho que es preciso retomarlo.

Pero hay que plantear las cosas de modo mucho más radical: ¿qué necesitan hoy las comunidades cristianas para vivir y celebrar su fe [12], dada la falta de vocaciones sacerdotales? El ministerio sacerdotal tal y como se define hoy es incapaz de responder a esta pregunta si todo se centra en él.
Pienso que siempre habrá creyentes hombres y mujeres, célibes y solteros que se comprometan de por vida al servicio de la Iglesia y de las comunidades. Y tiene sentido que algunos de ellos opten por el celibato, Pero al lado de esta forma de ministerio, es  indispensable instalar otras formas mucho más ligeras y diferenciadas. Hablo en ese sentido de delegación sacramental. NO se trata de una ordenación sino de una misión precisa, pudiendo presidier de la eucaristía y la celebración de sacramentos en relación con una función determinada: presidente de comunidad parroquial, capellanía de hospital o prisión, función de superiora en una comunidad femenina, etc.

Una misión que comporta un  mandato eclesial y fundador de una autoridad; delegación limitada en el tiempo y el lugar en conexión directa con el ejercicio de la responsabilidad y de la misión, lo que es fundamental para evitar la clericalización. Sin olvidar los servicios propiamente diaconales de solidaridad, caridad, presencia en la sociedad. El sínodo de Amazona exige explícitamente que se piensen nuevas formas de ejercer el ministerio, palabra usada varias veces. En ese sentido se trata de una verdadera desclericalización del conjunto de los ministerios.

Estoy convencido de que el sentido del perón ofrecido por Jesús en los evangelios no se trata de un poder (es la pregunta de los escribas y los fariseos, ¿quién tiene el poder de perdonar los pecados sino solo Dios?) sino de la misión: todo creyente cuando las circunstancias lo permitan recibe la misión de ofrecer el perdón y la reconciliación del pecador consigo mismo y con Dios. Además y para abrir el acceso al perdón es bueno que la Iglesia otorgue la misión a algunos para este ministerio. Pero también podría ser un ministerio particular.

Dado que la apertura de Francisco cuestiona profundamente la teología tradicional de la Iglesia católica ha encontrado tan violenta oposición interna.

Francisco llama a una Iglesia sinodal en la que todos tengan la palabra y una palabra totalmente libre. Es urgente desarrollar lugares de palabra y reflexión a partir de la experiencia concreta de los creyentes. Hay que repensar también el ministerio de los obispos y el del Papa como ministerio de autoridad doctrinal. Pienso que Francisco sin decirlo está llevando a cabo una "desinfalibización" del ministerio pontificio cuestionando también sin decirlo el nuevo concepto teológico y canónico de verdades definitivas impuesto por Juan Pablo II bajo el impulso de Ratzinger.

Estas son las  perspectivas teológicas. Hay trabajo serio por delante para los teólogos en diálogo con los obispos y con los creyentes y su experiencia de fe. Se trata de poner por obra una verdadera sinodalidad, es decir una participación activa de todos como lo pide con insistencia el Papa. Pienso que el proceso sinodal iniciado en Alemania podría ser significativo en este sentido. Pero seguro que no se hará sin tensiones. Y los cambios necesitarán tiempo, paciencia pues.

Hay que aceptar en esta perspectiva que la Iglesia se aber a ciertas experimentaciones, locales sin duda, a nivel de un país o de un grupo de países, con serias evaluaciones, aceptando errores y fracasos. 

3.2 ¿Qué hacer ?

¿Qué puede hacer el creyente ordinario en esta perspectiva sea cura o laico? Varias pistas:
  1. Hay que ajustar la mirada. La institución Iglesia está marcada por aspectos propiamente  perversos, en contradicción con el Evangelio, es importante discernir sin taparse los ojos. Pero   Mais si la institución es y seguirá siendo necesaria, la Iglesia no se reduce a la institución: la Iglesia es primero la comunidad de los creyentes. Ahora bien si numéricamente los cristianos van disminuyendo en nuestro país, la pertenencia a la comunidad es mayor que la de los practicantes, hay muchos lugares animados por creyentes que están vivos, y numerosas iniciativas espirituales y sociales llevados a cabo por los creyentes, la Iglesia está más viva que las cifras. 
  2. Es importante formarse para poder pensar de otro modo y salir de ciertas evidencias sin reflexión porque siempre se pensó y actuó así en la Iglesia. Hay que cuestionar el "siempre", muchas cosas no fueron siempre como pensamos; por otra parte no porque algo se haya hecho así desde el principio se debe imponer hoy, cuando vivimos en un contexto cultural totalmente distinto. Los espíritus han de ser descondicionados,  y ello solo es posible en un contexto en el que se compartan las reflexiones y los estudios serios, en la escucha recíproca y sin tabús, con total libertad de palabra, con la vista puesta en el discernimiento.
  3. Es importante que localmente se pongan por obra prácticas tanto como sea posible coherentes con la perspectiva esperada. Aprovechar todos los márgenes de libertad y de iniciativa donde se pueda, en todos los niveles de responsabilidad, hombres y mujeres, ciertos obispos se muestran abiertos al cambio, otros no tanto. En algunos lugares son posibles ciertas cosas que no lo son en otros. En algunos sitios se puede actuar abiertamente en otros más vale ser discretos.
  4. Hay que pensar sobre la transgresión. Hace 40 años que en Brabante de Valonia pusimos por obra una pastoral específica de acogida a personas divorciadas y vueltas a casas, conduciendo a quienes querían a una reconciliación sacramental con el discreto apoyo del obispo, esta pastoral particular iba incluida en la pastoral de familia. Esta práctica iba acompañada de una reflexión y una profundización propiamente teológicas. Hoy puede ocurrir lo mismo en lo que respecta a la acogida de parejas homosexuales: un grupo de trabajo de la conferencia episcopal alemana va en ese sentido. En un ámbito menos conflictivo, pero también importante para el futuro, se habla de la comunión con protestantes y más difícil aunque a veces se hace con los ortodoxos. Las cosas van cambiando porque los creyentes son capaces de anticipaciones prácticas. Hay que preguntarse sobre el sentido de las comunidades, parroquiales o no, en las que más o menos regularmente se celebra la Eucaristía sin el cura, una forma de hacer efectivo el "derecho fundadmental de acceso a la Eucaristía para todos" reafirmado en el Sínodo de Amazonia como un eco de Vaticano  II.
  5. Hay otra lista de prácticas transgresoras en el ámbito de la ética. Hay que reconocer que la autoridad doctrinal de la Iglesia sobre el conjunto de cuestiones que atañen el cuerpo es total. Hace tiempo que mujeres y parejas creyentes han aprendido a transgredir lo referente a la contracepción, reivindicando la autonomía de su decisión de concencia apoyados por muchos curas y obispos. Cuestiones difíciles y delicadas se plantean hoy sobre aborto y eutanasia y otras prácticas biomédicas. Una práctica discreta basada en reflexión existe en algunos hospitales católicos, en los que se escucha, acompaña el discernimiento y el juicio de conciencia y la decisión de las personas. 
  6. Otra línea de acción es hoy importante. Mucho creyentes se escandalizan de los escándalos. Hay motivo. Otros se desaniman. La tentación de abandonar está ahí. Hemos de sostenernos mutuamente  en un movimiento de esperanza, incluso si no se nos oye mucho, y en un movimiento de resistencia compartida y pensada. Todas las modestas prácticas  locales de responsabilidad compartida, de apoyo en los movimientos, de iniciativas de solidaridad van en ese sentido.
En conclusión, la crisis que vivimos es reveladora a la vez de disfunciones graves en el Iglesia pero también de puntos muertos de la doctrina y la disciplina en los tiempos que corren, puntos que son obstáculo al anuncio del Evangelio como buena nueva para todos. Esta crisis puede ser una oportunidad de un nuevo camino eclesial más evangélico. No está ganado. El camino se presenta arduo y largo. Pero depende modestamente de cada uno de nosotros y de todos los creyentes en múltiples lugares que llegue a buen puerto por el bien de toda la Iglesia.
[11Ver Ignace BERTEN, ¿Los divorciados vueltos a casar pueden comulgar? Debates sobre el Sínodo de la Familia y Amoris laetitia, Namur, Lessius, 2017, 365 p.
[12Cf. Edward SCHILLEBEECKX, Defensa del pueblo de Dios: historia y teología de los ministerios en la Iglesia, Paris, Cerf, 1987.

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