QUE LA DETENGAN

 En mi experiencia lo del chupachups no tiene base ninguna, pero soy muy ignorante en lo referente al opus dei. Lo esencial lo he sabido después.

Dentro estaba ciega perdida. Y tantas cosas aberrantes que no caben en la imaginación de una niña católica, bien pensante y bien obrante son posibles que ya no pongo la mano en el fuego. Ignoro. El problema que tengo es que las personas bien habladas, bien intencionadas y conocedoras, se niegan a hacernos partícipes de su saber. Con lo cual aparecen los peor hablados. Qué más quisiera yo que disponer de un estudio sesudo, científico, objetivo en el que apoyarme. Tras la desaparición de Ynfante de la escena pública y su posterior fallecimiento no hay nada.

Crisis  sanitaria - Carta abierta del Profesor  Christian PERRONNE

 

 

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Queridos amigos:

Francia, sumida en una pesadilla desde el mes de marzo, se despierta. En muchas ciudades el pueblo se pone en marcha para recuperar su libertad y exigir el regreso de la democracia.

 

Como médico, especialista en enfermedades infecciosas y como ex presidente de numerosos organismos y consejos de salud pública, también de vacunas, mido cada día las incertidumbres que generan el miedo y el creciente desorden en nuestros conciudadanos. Me arriesgo a que una vez más me llamen “conspiranoico” o mejor aún de “tranquilizador”, términos que designan a quienes critican o desafían el pensamiento único. A fin de cuentas me siento orgulloso de que me llamen así,  mis palabras que expresan la verdad nunca han cambiado desde el comienzo de la epidemia. 

 

 Considero que es mi responsabilidad volver a expresarme sobre el aspecto médico del Covid-19 y en particular sobre el tema de las vacunas, que son hoy el elemento central y casi único de la política de estado de salud. Muchos franceses se han visto hipnotizados por la política del miedo. Desde septiembre de 2020, se nos venía aleratando sobre una segunda ola mucho peor que la primera. El Ministro de Sanidad, Dr. Olivier Véran, el Presidente del Consejo Científico del Elíseo, Prof. Jean François Delfraissy, el Director General de Salud, Prof. Jérôme Salomon y el Instituto Pasteur han anunciado cifras catastróficas con un aumento exponencial del número de muertos. Los hospitales debían estar saturados y colapsados. Incluso el presidente de la República con ocasión de su reciente discurso televisado en el que anunció el reconfinamiento, predijo nada menos que 400.000 muertos, que se suman a los 200.000 muertos estimados poco antes por el profesor Arnaud Fontanet del Pasteur. 

 

Estas cifras poco realistas tienen un solo objetivo, alimentar el miedo para mantenernos confinados, y que sigamos llevando mascarilla sine die. A pesar de que nadie ha demostrado científicamente que el uso generalizado de masks por la población  sirva de freno a la epidemia de SARS-CoV-2. Las mascarillas deberían de aconsejarse a pacientes, a su entorno (especialmente personas de riesgo) y  a los cuidadores que de ellos se ocupan. La epidemia retrocede y no ha dado lugar a ningún apocalipsis. 

 

La dinámica de la curva mostró durante semanas el perfil de un repunte epidémico estacional que se observa con algunos virus, una vez finalizada la ola epidémica. Esto atestigua la adaptación del virus a los humanos y también es un reflejo de la inmunidad colectiva que progresa en la población y que nos protege de forma natural. Las cepas de virus que circulan actualmente han perdido su virulencia. Las autoridades no podrán decir que es gracias al confinamiento porque la tendencia a la baja había comenzado incluso antes de su implementación. El declive de la epidemia incluso había comenzado, en algunas ciudades, antes de la introducción del toque de queda.

 

Por desgracia siguen muriendo personas muy mayores, personas muy obesas o personas que padecen diabetes severa, hipertensión arterial severa, enfermedades cardiorrespiratorias o renales de por sí paralizantes. Estas personas en riesgo están perfectamente identificadas. Por tanto, las medidas sanitarias deben tener como objetivo protegerlos, detectarlos y tratarlos lo antes posible desde la aparición de los síntomas con hidroxicloroquina y azitromicina, cuya eficacia y seguridad están ampliamente confirmadas, si se administra el tratamiento precozmente. 

 

Se podrían haber evitado muchas muertes. Sin embargo, se ha disuadido a los médicos generalistas y a los geriatras de tratar la enfermedad. En este contexto, es incomprensible seguir insistiendo en que los  niños tengan que llevar la innecesaria mascarilla. Todas estas medidas se implmentan para que los franceses supliquen la vacuna. 

 

Pero, ¿qué beneficio esperar de una vacuna generalizada para una enfermedad cuya mortalidad se acerca al 0,05%? La vacunación masiva que se anuncia es innecesaria. Además, los riesgos de la vacunación pueden ser mayores que los beneficios. Lo más preocupante es que muchos países, entre ellos Francia, afirman estar preparados para vacunar en las próximas semanas, mientras que el desarrollo y evaluación de estos productos se ha precipitado y sin que hasta hoy se hayan presentado resultados sobre su eficacia o peligrosidad.

 Solo hemos visto los comunicados de prensa de los fabricantes de las mismas, que favorecían la subida instantánea del precio de sus acciones  en el mercado de valores. Lo peor es que las primeras “vacunas” que nos ofrecen no son vacunas, sino productos de terapia génica. Inyectarán ácidos nucleicos que provocarán la producción de partes del virus por parte de nuestras propias células. No conocemos en absoluto las consecuencias de esta inyección porque es la primera vez que se hace en humanos. ¿Y si las células de algunos "vacunados" produjeran demasiados elementos virales, provocando reacciones incontrolables en nuestro cuerpo? Las primeras terapias génicas serán con ARN, pero hay proyectos con ADN. Normalmente, en nuestras células, el mensaje va del ADN al ARN, pero es posible lo contrario en determinadas circunstancias, tanto más cuanto las células humanas contienen desde los albores de los tiempos los llamados retrovirus “endógenos” integrados en el ADN de nuestros cromosomas. Estos retrovirus "domesticados" que habitan en nuestro cuerpo suelen ser inofensivos (a diferencia del VIH, retrovirus del SIDA, por ejemplo), pero pueden producir una enzima, la transcriptasa inversa, capaz de transcribir hacia atrás, de ARN a ADN. 

 

 Por lo tanto, un ARN extraño a nuestro cuerpo y administrado por inyección podría codificar ADN, también extraño que podría integrarse en nuestros cromosomas. Por tanto existe el riesgo real de transformar nuestros genes de forma permanente. También existe la posibilidad, modificando los ácidos nucleicos de nuestros óvulos o espermatozoides, de transmitir estas modificaciones genéticas a nuestros hijos. Las personas que promueven estas terapias génicas, falsamente llamadas “vacunas”, son aprendices de brujo y toman a los franceses y, en general, a los ciudadanos del mundo, por conejillos de indias. 

No queremos convertirnos en OGM (organismos genéticamente modificados ) como los tomates o el maíz transgénicos ). Un responsable médico de una de las empresas farmacéuticas dijo hace unos días que esperaba un efecto de protección personal, pero que no se debe esperar demasiado impacto en la transmisión del virus,  en la dinámica de la epidemia. Es admitir de modo encubierto de que no se trata de una vacuna. El colmo.

 Estoy más horrorizado si cabe porque siempre he estado a favor de las vacunas y he presidido durante años los órganos que dictan la política de vacunas. Es urgente  detener estos planes tan peligrosos.  Louis Pasteur debe estar revolviéndose en su tumba.

 La ciencia, la ética médica y sobre todo el sentido común tienen que prevalecer.

Christian PERRONNE