PRINCIPIO DEL FIN
EL ESCÁNDALO MATESA Y
EL PROCESO DE BURGOS
Una doble y grave crisis puso en peligro el sistema
franquista, basado en la inmovilidad; hubo que aguardar hasta julio de 1969, o
sea más de tres décadas del nombramiento de Franco como jefe de Estado para que
se supiera quién le sucedería en caso de muerte o incapacidad física.
El escándalo MATESA estalló el 7 de agosto de 1969 cuando
los españoles leyeron la referencia del consejo de ministros, celebrado en el
Pazo de Meirás bajo la presidencia de Franco, que redactó y dio a la prensa el
ministro Fraga; el lector se enteró de que el Estado había sido estafado miles
de millones por el industrial catalán Juan Vilá Reyes, gerente de una empresa
de maquinaria textil que había obtenido el título de empresa modelo y gozaba de
trato preferencial para la obtención de créditos oficiales destinados a la
exportación.
Por primera vez en muchas décadas pudo la empresa informar
ampliamente sobre un asunto de corrupción administrativa; consultado Fraga de
cómo se debía tratar el tema, replicó: “Hay libertad completa para tratar el
asunto MATESA.” Pronto se observó que el escándalo MATESA iba a ser aprovechado
por los ministros Fraga y José Solís Ruiz, que controlaban la propaganda y los
sindicatos nacionales, para acabar con los ministros tecnócratas. La gente no
podía explicarse cómo pudo pasar inadvertido durante tanto tiempo un fraude de
una categoría tal, que necesitaba la presentación de facturas falsificadas que
debían ser examinadas y aprobadas por
oficinas, organismos e instituciones oficiales; y la operación de presentar los
documentos de operaciones de exportación que no se realizaban, tuvo lugar
centenares de veces.
Vilá Reyes era un personaje bien conocido, pues alrededor de
él se había creado la leyenda de que era el prototipo del empresario
emprendedor que surgía gracias al Plan de Desarrollo que los tecnócratas
aplicaban a la economía española; había sido recibido por el propio Franco,
ante quien proyectó algunas películas de propaganda de sus empresas; sus
hazañas comerciales habían merecido una emisión extraordinaria de la televisión
nacional; como presidente de un club deportivo barcelonés, hizo una donación de
100 millones de pts.; el ministro de Industria Gregorio López Bravo, en el
discurso de inauguración de la Feria de Muestras de Barcelona pidió a los
industriales catalanes que siguieran el ejemplo de Juan Vilá Reyes; finalmente,
contribuyó monetariamente a los gastos de campaña presidencial de Richard
Nixon, gesto que le valió ser citado entre los multimillonarios del mundo.
La opinión general fue que se trataba de un hombre
habilísimo, pero que su privilegiada mente para el fraude no hubiera alcanzado
los favores que buscó de no haber
contado con una serie de cómplices.
¿Quiénes eran los verdaderos culpables del desfalco MATESA?
A todas luces se trataba de un caso de gran corrupción administrativa, pero en
el asunto no habían participado los que acostumbraban nadar por las aguas
turbias, sino que el dedo justiciero señalaba la responsabilidad de los
opusdeístas; Vilá Reyes resultó amigo de López Rodó y José Luis Villar Palasí,
miembros del Opus Dei y colaboradores del almirante Carrero, además pertenecían
a la Obra los principales funcionarios que no se dieron cuenta del fraude que
se cometía al Estado, desde los ministros Faustino García Moncó y Juan José
Espinosa San Martín, al director del Banco de Crédito Industrial. En la
investigación oficial abierta intervinieron hasta 10 organismos y entidades, o
sea el clásico procedimiento para que no se haga toda la luz sobre un asunto
sucio.
Para apaciguar los ánimos se vieron obligados a dimitir los
ministros de Hacienda, García Moncó, y de Comercio, Espinosa San Martín, y el
29 de octubre de 1969 efectuó Franco el cambio más radical de su gobierno: de
18 ministros 13 perdieron sus carteras.
A la atención de la gente no pasó inadvertido que entre los
que salieron figuraban los cuatro ministros que buscaron servirse del escándalo
MATESA para desbancar del gobierno a todos los socios y simpatizantes del Opus
Dei; los nombres de los derrotados fueron Fraga, Solís, Castiella y el
almirante Nieto Antúnez. Quienes participaron en la maniobra se olvidaron de un
detalle importante: siempre que en el mundo occidental ocurre un hecho
económicos escandaloso tipo MATESA, el delito o el descuido lo paga también,
además de los ministros responsables, el jefe del gobierno.
Cuando se dio el caso MATESA desempeñaba las funciones de
presidente de gobierno el general Franco, que era al mismo tiempo jefe del
Estado. ¿Cómo esperar que se le pudiera hacer responsable de lo sucedido? Lo
que ocurrió era lógico en un régimen autocrático: se castigó al bando de los
que denunciaron la corrupción y los ministros directamente responsables
debieron dimitir y fueron amnistiados pocos días después de haberse decretado
su procesamiento.
Por otra parte, creció el número de opusdeístas que
regentaron ministerios, y la Obra dispuso de mayores medios para llevar a cabo
la misión mundial que había fijado su fundador: la opinión pública se quedó sin
saber si los funcionarios responsables fueron culpables en la famosa estafa por
negligencia en el ejercicio de su cargo, o bien por entendimiento con el
defraudador.
La reacción, que alcanzó un tono sumamente dramático,
provocada por el proceso seguido en Burgos contra 6 vascos acusados de
terrorismo, señaló claramente que las cosas habían cambiado en el país, pues
aquella opinión pública que durante décadas parecía desinteresarse de las
sentencias pronunciadas por los consejos militares, intervino apasionadamente
en el asunto, unos a favor y otros en contra. La reacción contra las penas de
muerte fue obra principal de los católicos progresistas; el 4 de noviembre de
1970 un centenar de personas ocuparon la iglesia de jesuitas situada frente a
la embajada norteamericana en Madrid y anunciaron que no la abandonarían hasta
que el arzobispo Morcillo, de Madrid-Alcalá, accediera a la intervención de la
Iglesia en el anunciado proceso de Burgos.
Eran 16 los procesados, miembros de ETA, acusados de haber
participado en el asesinato en agosto de 1968, de Melitón Manzanas, jefe de la
policía en Irún, de asociación ilícita, posesión y uso de armas y explosivos,
además de propaganda clandestina contra el régimen franquista. El 3 de
diciembre se inició el proceso…el 9 cuando finalizó el país se dividía entre
los que pedían ejecución de las penas y los que solicitaban el indulto. 6
sentencias de muerte y un total de 772 años de cárcel para los 10 restantes.
Comenzaron las manifestaciones antifranquistas en Francia, Alemania,
Italia, y otros países de Europa y
América. El 17 hubo una gran manifestación en la Plaza de Oriente a favor de
Franco de los enojados por el ataque mundial a España.
Curiosamente el 23 de diciembre la rama italiana del “Opus
Dei”, hizo una declaración en la que mostraba su preocupación por no confundir
la organización con el aparato represivo franquista. Durante el proceso de
Burgos y la tensa situación creada en España, con frecuencia se citó al “Opus
Dei”, porque algunos de sus miembros eran ministros de Franco.
En la declaración citada se insistió en su conocida tesis de
que la organización en todas partes tiene un
exclusivo y apostólico carácter, y se añadía que los miembros de la Obra
que ocupan altos cargos en España actuaban libremente asumiendo su propia
responsabilidad; concluía: “Es un mal entendido mencionar el nombre del Opus
Dei cuando se juzgan los actos temporales de cualquiera de sus miembros.”
En círculos opusdeístas romanos se señalaba que los dos
miembros principales de la Obra que figuraban en el gobierno de Franco, es
decir Gregorio López Bravo, en Asuntos Exteriores, y Laureano López Rodó, en
Planificación, estaban en desacuerdo con los defensores de la línea dura en el
gabinete franquista, que deseaban un castigo ejemplar para los vascos juzgados
en Burgos.
Esta declaración que respiraba prudencia y se dio en
vísperas de dictarse las sentencias militares en Burgos, se interpretó en el
sentido de que Escrivá de Balaguer, que residía en Roma, buscaba deprenderse del régimen de Franco,
sometido bajo fuerte presión interna y externa, además de darse la paradoja de
que los altos funcionarios opusdeístas colaboraban en primera línea en una
política que disgustaba a la Santa Sede.
Si el día 30 el general García Rebull estampó su firma sin
otro recurso que la gracia privativa de Franco, por no pasar a la h historia
como un viejo de 77 años sanguinario, Franco firmó el indulto. Pablo VI en su
discurso de Año Nuevo puso de ejemplo lo
ocurrido en Buros de cómo trabaja la paz
en el mundo.
Más hechos curiosos, el general Fernando Rodrigo Cifuentes,
capitán General de Granada expuso en un discurso: “Peleamos contra una
masonería que nos llevó a una guerra civil y no debemos aceptar estos intentos
de infiltración por otra masonería insoportable, ésta blanca, que se escuda
tras nobles consignas tratando de fomentar problemas dentro de la nación”.
Los años 1969 y 1970 pusieron a prueba la astucia y energía
de un anciano dictador: todo señalaba que merecía el reposo con que debe
finalizar una vida de extraordinaria actividad. Además, se puso en claro que el
régimen trataba con benevolencia los asuntos de corrupción, mientras aplicaba
el rigor máximo a los elementos de oposición que recurrían a métodos violentos.
Fue toda una lección de política franquista.
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