EJERCICIO DE MEMORIA EUROPEA

Recuerdo la petición de Antonio E.

¿Opusino caído en desgracia? en todas las noticias que han hecho célebre políticamente hablando Valencia estaba: metro y pantallas supercaras para la visita del anterior pontífice.



Me ha parecido relevante cómo termina el libro de Tony JUDT sobre la Postguerra en Europa. El epílogo, después de 1000 densas páginas, es un repaso a qué han hecho los  países europeos de sus respectivos recuerdos difíciles de tragar. El uso político de la memoria selectiva, de la desmemoria. Nadie, ni los países más admirados por muchos conceptos, Francia y Alemania y que son el núcleo duro del continente se libran de "maltatar" a "Mnemosine". Construcción y reconstrucción de los recuerdos.

En Alemania llevó casi cuarenta años reconocer propiamente hablando el exterminio organizado de los judíos. Al principio no se sabía y luego nadie quería hablar de eso, y los alemanes estaban muy afectados por los bombardeos aliados. El tema no se miraba de frente. No se reconocía el apoyo a Hitler de la población. Tampoco otros países que sin casi esfuerzo por parte de los nazis se apuntaron a facilitar el exterminio como Holanda, lo reconocían. O durante mucho tiempo en Suiza se ocultó que las autoridades de ese país facilitaron el latrocinio de las propiedades judías. Hasta los años 90 no salió a la luz esa historia.

Cuando Primo Levi, superviviente del holocausto, editó sus memorias nadie hizo caso en Alemania. El libro no se vendió. "Todos hemos sufrido la guerra". En Francia el problema fue el gobierno de Vichy, "colaboracionista" con Hitler y cooperante en el exterminio de judíos. El propio Miterrand, presidente de la república durante dos legislaturas, tenía un pasado de funcionario con ese gobierno que tomó iniciativas sin que Hitler las pidiera. En fin, que nadie está libre de haber traficado con la historia.

Los problemas de memoria en la Europa del Este son todavía más complicados. Y en Rusia es una madeja que no creo desembrollen nunca.

Así que no es tan extraño que en España, país siempre a la cola de Europa, hayan pasado estos problemas de memoria y desmemoria. El problema es que para poder zanjar las cuestiones y no volver a hablar más de ellas, hay que haber pasado por el debate, la discusión pública y la memoria. Alemania se puede decir que superó todos los tejemanejes hechos para ocultar sus crímenes cuando en 2005 se inauguró en Berlín un  memorial dedicado única y exclusivamente a los millones de judíos exterminados. Sin mezclar con las demás víctimas de la guerra, "Monumento a los judíos asesinados de Europa".



Y me ha gustado el párrafo final sobre la memoria de Europa en el que se nos nombra:

"Por una parte en principio no hay límite para la memoria y para las experiencias que merecen recordarse. Por otra, conmemorar el pasado mediante edificios y museos también es una forma de contenerlo e incluso de desdeñarlo, haciendo que la responsabilidad recaiga sobre otros. Quizá esto no tenga importancia mientras existan hombres y mujeres que recuerden lo sucedido por haberlo vivido personalmente. Pero ahora, como recordaba con 81 años Jorge Semprún en el 60 aniversario de la liberación de Buchenwald, ocurrida el 10 de abril de 2005, "el ciclo de la memoria se está cerrando".

Aunque Europa pudiera de alguna manera aferrarse indefinidamente a una memoria vívida de los crímenes del pasado -que eso es lo que se pretende por deficiente que sea la empresa, al concebir monumentos y museos-, la cuestión no tendría mucho sentido. La memoria es intrínsecamente polémica y sesgada: lo que para unos es reconocimiento para otros es omisión. Además, es una mala consejera en lo que al pasado se refiere. la primera Europa de postguerra se levantó sobre una memoria deliberadamente errónea: el olvido como forma de vida. Por su parte, desde 1989, el continente se ha construido, a modo de compensación sobre un excedente de memoria: un recuerdo público institucionalizado en los mismos cimientos de la identidad colectiva. La primera no podía durar, pero tampoco la segunda. Cierto grado de abandono e incluso de olvido es necesario para la salud cívica.

Con esto no pretendo defender la amnesia. Para poder comenzar a olvidar, una nación debe primero haber recordado. Hasta que los franceses comprendieron que Vichy tal como era -y no como habían elegido recordarlo- no pudieron dejarlo de lado y seguir adelante. Lo mismo puede decirse de los polacos, en cuanto al enrevesado recuerdo de los judíos que en su día vivieron junto a ellos. Lo mismo podrá decirse de España, que durante veinte años de su transición democrática corrió tácitamente un velo sobre la dolorosa memoria de la guerra civil. Hasta ahora no se había comenzado a debatir públicamente sobre la guerra y su resultado."
Derribo de una de las últimas estatuas de Franco, Zaragoza 2006

El libro es de 2005, por eso no da cuenta de que hemos vuelto a las andadas, el tema no se toca hoy en España. Tanto que se meten tanto con ZP, desde todas partes del espectro político, en su haber quedará que fue bajo su mandato que se empezó este ejercicio de memoria necesario para que un país camine.

"Los alemanes sólo podían comenzar a vivir con la enormidad de su pasado nazi, es decir a dejarlo tras de sí, una vez que la apreciaron y digirieron, cerrando así un ciclo de 70 años de negación, educación, debate y consenso.

En todos esos casos, el instrumento del recuerdo no fue la propia memoria. Fue la historia, en sus dos sentidos, como paso del tiempo y, sobre todo, como estudio profesional del pasado. El mal, especialmente si tiene la magnitud del practicado por la Alemania nazi, nunca podrá recordarse satisfactoriamente. La propia enormidad del crimen hará incompleta su conmemoración. Su intrínseca inverosimilitud, la pura y simple dificultad de imaginarlo a posteriori con tranquilidad, abre la puerta a la disminución e incluso a la negación. Es imposible recordarlo tal como fue realmente, por su propia naturaleza, es susceptible de ser recordado tal como no fue. Frente a ese desafío, la memoria se encuentra impotente: "Sólo el historiador, con la austera pasión por el dato, la prueba y la evidencia que es inherente a su profesión puede mantenerse alerta."

No forzosamente sólo el historiador, científico de las pruebas, lo que hace falta es honradez. No mentiras ni silencios cómplices. Con esas dos premisas ya se puede hacer algo útil.

"A diferencia de la memoria que se confirma y refuerza a sí misma, la historia incita al desencanto con el mundo. En gran medida, lo que puede ofrecer es desalentador e incluso perturbador, razón por la cual no siempre resulta políticamente prudente esgrimir el pasado como arma arrojadiza con la que golpear y amonestar a un pueblo por sus pecados pasados. Pero la historia sí debe aprenderse y, periódicamente, reaprenderse. En un conocido chiste de la era soviética, un oyente llama a la Radio para hacer una pregunta: "¿Es posible predecir el futuro? Respuesta: "Sí, no hay problema. Sabemos exactamente cuál será el futuro. Nuestro problema es el pasado, que siempre está cambiando."

"Así y es no sólo en las sociedades totalitarias. En cualquier caso, la rigurosa investigación e interrogación sobre los encontrado pasados de Europa -y sobre el lugar que ocupan en la concepción colectiva que los europeos tienen de sí mismos- ha sido uno de los éxitos no debidamente reconocidos de la unidad europea en las últimas décadas. Sin embargo, es un logro que sin duda caducará e menos que se renueve sin cesar. La barbarie de la historia reciente europea, el "otro" oscuro frente al que se construyó laboriosamente la Europa de postguerra, ya escapa al recuerdo de los jóvenes del continente. Dentro de una generación, los monumentos y museos estarán criando polvo, sólo los visitarán, cmo los campos de batalla del frente occidental hoy en día, los aficionados al tema y los familiares."...

"La nueva Europa, unida por los símbolos de su terrible pasado, constituye un éxito notable, pero seguirá estando siempre hipotecada a ese pasado. Para que los europeos conserven ese vínculo vital, habrá que enseñárselo de nuevo a cada generación."





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