VAMPIROS

Una (otra más) historia de vampiros en dos partes
El gobierno español ha decidido que el cuerpo del dictador  Francisco Franco no siga en el Valle de los Caídos, fungiendo de reliquia central en un gigantesco monumento que celebra el Fascismo. El traslado del cadáver ha desatado una encendida controversia en el país en torno a un pasado largamente silenciado. Hace casi medio siglo una película española de vanguardia se ocupó del tema advirtiendo de que más valía dejar a los vampiros en su tumba. En el film intervino Christopher Lee un actor mundialmente conocido por representar al conde Drácula.
Todo es monumental en este lugar, desde la base de la cruz, enmarcada por los cuatro evangelistas y representaciones de las cuatro virtudes cardinales, hasta el portal de entrada de la basílica, a la que parece estar mirando la cruz gigante. Francisco Franco, el dictador que llegó al poder previo golpe militar, hizo construyó el monumento conmemorativo empleando 20,000 trabajadores forzosos tras la la guerra civil, eran disidentes políticos prisioneros de los campos de concentración a los que se prometió reducción de pena. Al menos 15 personas murieron realizando este trabajo, probablemente fueran más.

El Valle de los Caídos es una enorme fosa común. Cerca de 34,000 víctimas civiles fueron enterradas u olvidadas aquí, algunas anónimas y parcialmente identificadas, simpatizantes del dictador, pero también republicanos, para mitigar la impresión de que en este lugar y a 1000 metros de altura, se está homenajeando al fascismo y la dictadura. En el corazón del complejo se encuentra la cripta, que fue realizada en la montaña de granito para la construcción de la basílica. Con 262 metros, la basílica es la iglesia más larga del mundo, o al menos eso pone en las guías para los turistas que gustan de venir aquí, el Escorial no está lejos, y alberga  la tumba de Felipe II (otro gobernante español de oscuro pasado).

Pasada la entrada, la cámara nos lleva al interior de la basílica. No hace falta llegar para darse cuenta de que es un lugar muy frío. Y no nos referimos tanto a la temperatura como a la atmósfera del sitio. Aquí yace un criminal de guerra que construyó entre 1940 y 1959 un lugar de culto y agradecimiento a Dios y a la Virgen María  por la victoria sobre la República y la democracia, victoria que debía durar eternamente, con la Iglesia católica como cómplice necesaria de la dictadura de Franco involucrada mediante el denominado nacionalcatolicismo. 


La cámara se adentra en este edificio aterrador hasta el altar mayor y es  mágicamente atraída por una lápida sobre el que los monjes del monasterio benedictino que pertenecen al complejo monumental celebran la Eucaristía todos los días, bajo una cúpula de 42 metros de altura. La placa de la tumba es el lugar del selfie más apreciado por los visitantes. Una inscripción revela la identidad del enterrado: Francisco Franco, también conocido como Generalísimo (una palabra antigua para Comandante en Jefe). El mismo que se auto atribuyó  el título Caudillo de España por la gracia de Dios.
Más adelante en la película que estamos a punto de ver, se nos habla del poder sin límites de este hombre, que puso en pie el franquismo, un sistema de gobierno adaptado a él y su persona. Un hombre que reclama la gracia divina para sí no desaparece fácilmente cuando muere. No te puedes quitar  la sensación de que hay algo más que un montón de viejos huesos bajo la lápida. En la película de vampiros, al anochecer se levantaría la tapa y Drácula saldría de su tumba en busca de nuevas víctimas y sangre fresca.
España no se liberó de su dictador mediante una revolución, sino mediante el fallecimiento de un viejo enfermo el 20 de noviembre de 1975. Fue una bendición y, sin embargo, una maldición, porque el fallecimiento de Caudillo no dió paso a una ruptura radical con el pasado sino a un " Pacto de silencio ", en el que cada uno se instaló lo mejor que pudo. Era mejor no hablar de la guerra civil y la dictadura subsiguiente. El gobierno interino tras  la muerte de Franco decidió poner fin rápidamente a la disputa sobre el lugar de su reposo definitivo por la vía de los hechos y trasladó el cadáver al Valle de los Caídos como el dictador había previsto, esperaban que el  olvido se instalara sobre esto como sobre todo.
Poco después de la muerte de Franco, el catalán Pere Portabella realizó una obra con un título que es casi tan voluminoso como la película: Informe general sobre algunas cuestiones de interés para una impresión públicaInforme general es una reflexión de casi tres horas sobre la España postfranquista. La película comienza con cinco minutos escalofriantes, la visita que se acaba de describir al "Valle de los Caídos". Para Portabella, era lógico y coherente visitar la tumba del vampiro, pues para entonces el género de la película de miedo le había servido para criticar el régimen en tiempos de estricta censura cinematográfica.

El conde Drácula había jugado un papel esencial. Así que era lógico examinar la tumba del chupasangre y asegurarse de que estaba realmente muerto. Pero, ¿qué significa esto en el caso de un ente resucitado de entre las sombras que persigue la cultura en el límite entre la vida y la muerte? Informe general es una película de un reino intermedio en el que la dictadura aún no ha muerto y el autor se pregunta en largas discusiones si de ella puede nacer una democracia viva y cómo.

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Informe general es también la culminación de una trilogía informal de vampiros, primera colaboración de Portabella con Christopher LeeLos dos hicieron dos películas que Lee pensó que eran las más extraordinarias de su carrera. Imposible contradecirle si las has visto, aunque desafortunadamente rara vez se da el caso. Cada una en su estiloCuadecuc Vampire y Umbracle son tan intrigantes como siempre lo fueron. También dan miedo. A Sigmund Freud le habrían encantado. Su interpretación de los sueños sería la lectura perfecta para ver estas películas que por supuesto pueden verse sin haberla leído.

La prehistoria se remonta a principios de la década de 1960, cuando Franco empezó a llamar a las puertas de la Comunidad Económica Europea (la organización predecesora de la UE) para que dejaran entrar a un país atrasado y con problemas financieros. España tenía que presentarse como una nación de cultura, y para ello era preciso dar una ayudita a Luis Buñuel, el director español más reconocido internacionalmente. El Ministerio de Cultura lo invitó a regresar a casa desde su exilio mexicano y a que hiciera una película. Buñuel aceptó y propuso un tema de apariencia inofensiva: la joven novicia Viridiana visita la propiedad de su tío antes de que entrar en el convento.
Pero Buñuel no filmó una obra edificante sobre la piedad y la vida en el campo, sino una pesadilla cinematográfica sobre un catolicismo reaccionario, en la que atacaba los supuestos valores y las venerables tradiciones que la dictadura había aprovechado para legitimar. Iba en la línea de Pere Portabella, fundador de la productora Films 59, que en 1959  produjo dos impresionantes películas, Chicos de la calle de Carlos Saura The Wheelchair de Marco Ferreri En Viridiana párticipó como co-productor.

Cuando los franquistas se dieron cuenta de lo que habían conseguido, quisieron eliminar todo rastro de Viridiana. Pura ilusión pues una copia salió de contrabando por la frontera y llegó en 1961 al Festival de Cannes donde fue galardonada con la Palma de oro. La impotencia de los que habían sido engañados fue visible en la ceremonia de la entrega de premios. Buñuel se había vuelto  a México. El león le fue entregado a un representante  del gobierno español, que no sabía qué hacer con el premio y perdió su puesto trabajo de vuelta a España. Siguieron otros ceses.

Buñuel había cumplido el encargo, pero no como se esperaba. Viridiana fue clasificada por el Vaticano como blasfema (por violación, suicidio, necrofilia, ménage à trois, etc.) y en España, una película que había obtenido uno de los premios cinematográficos más codiciados del mundo fue silenciada como tantas cosas en el país. Al director ya no se le pudo hacer nada. El productor de la película seguía en España, a Portabella le fue retirado el pasaporte por provocar la vergüenza de España. No le fue devuelto hasta después de la muerte de Franco.
Un año después del desastre de Buñuel, los franquistas volvieron a las andadas. Inyectaron dinero en la enfermiza industria del cine, esperando a cambio el prestigio cultural que el gobierno necesitaba con urgencia para su campaña de la CEE. Al mismo tiempo hubo una moderada liberalización de las regulaciones de censura porque lo que los católicos reaccionarios querían ver en la pantalla no era de recibo en Europa occidental. Incluso se toleraba criticar las condiciones de censura, si se hacían películas que permitieran al régimen presentar a los demás países la imagen de una España moderna y europea.
La censura tenía primero que aprobar el guión y luego la película terminada. El procedimiento era  completamente arbitrario. Los funcionarios decidían a su propia discreción o seguían las reglas que se formulaban sobre la marcha y luego se olvidaban. Para proporcionar más claridad, en 1963 se elaboró ​​un catálogo de normas de censura uniformes que, a pesar de algunas flexibilidades, se mantuvo igual hasta la muerte de Franco. El trasfondo  de estos cambios fueron las reformas iniciadas por la orden laica católica, "Opus Dei", cuyos miembros en el gobierno intentaron poner unas normas vinculantes en una economía a menudo caótica.


En la película 
Umbracle de Portabella, el crítico Román Gubern (especialización: películas de género, cómics, Luis Buñuel) presenta brevemente los criterios de la censura que debe ejercer. Por ejemplo, se prohibía la "representación indigna o despectiva de las ideologías políticas" , pero eso solo se aplicaba si se practicaban las críticas al franquismo. Prohibida cualquier acción que pudiera debilitar la capacidad de defensa del país; todo lo que fuera contrario a los dogmas y la moralidad de la Iglesia Católica;  lo que pusiera en entredicho el status quo y al jefe de estado; y todo lo que no encajaba en la cosmovisión católica: suicidio, adulterio, aborto, control de la natalidad, divorcio, sexo fuera del matrimonio, prostitución, etc.


El artículo 18 prohibía las  películas que "crean una atmósfera lasciva, brutal, vulgar o mórbida" a través de una serie de escenas, aunque no haya nada de qué quejarse en las escenas individuales. Era pues posible  prohibir las películas aunque no ofendieran directamente ninguna regla. El colmo de la hipocresía era el artículo 12, que prohíbía "imágenes o escenas de atrocidades contra humanos o animales o imágenes de terror".

A Gubern le parece puro cinismo "porque la policía en este país está usando métodos terroristas en las calles, reprimiendo a ciudadanos, trabajadores, estudiantes, y sin embargo, prohíbe a esta hipocresía mostrar en la pantalla la brutalidad y el terror que [el régimen mismo practica ". Antes de que Gubern hable sobre la censura, Christopher Lee compra un puro, sale de la tabacalera a la calle y ve a la policía secreta deteniendo a un hombre y metiéndolo en un coche. No está claro si Lee es un turista o el cliente que observa una acción que él mismo ha ordenado
Cuanto mayor era la violencia realmente practicada, menos se podía exhibir en una película: según el catálogo franquista de censura, el secuestro, reducido a lo esencial por medio del arte, se convirtió en la violación más grave de la regla en Barcelona, ​​capital de los catalanes. En la guerra civil, los enemigos de la República en Cataluña se habían enfurecido especialmente. Franco actuó con un especial saña contra todo lo catalán. La autonomía de la cultura catalana debía ser eliminada.

La dictadura franquista tuvo efectos duraderos. La supresión de su cultura es una de las razones por las que muchos catalanes quieren separarse de España. Un evento clave para los cineastas catalanes fue una conferencia en la localidad costera de Sitges en octubre de 1967. Estudiantes, críticos y jóvenes cineastas se reunieron para discutir el estado y el futuro del cine español. No había ocurrido desde las "Conversaciones Cinematográficas de Salamanca" en 1955.
Juan Antonio Bardem dijo que el cine español era "políticamente inútil, socialmente incorrecto, intelectualmente bajo, estéticamente descuidado y que tenía dificultades económicas". Salamanca fue el evento fundador de la "Nueva Película Española". En el evento se practicó el pragmatismo, fueron invitados el director general de cine y teatro José María García Escudero y José Luis Sáenz de Heredia, cuñado de Franco, responsables de la filmación de la película  Raza (1942) , basada en un guión escrito por el propio Franco en el que en forma de diálogo hablaba de la salvación de la patria gracias al fascismo.

Bardem y compañeros pidieron más apoyo gubernamental argumentando que el cine español tenía que incrementar su calidad, dentro de los dictados del régimen en lugar de construir castillos en el aire. Por lo tanto, no solo exigieron más libertad para las películas que mostraban un retrato realista de la sociedad, sino también una censura con pautas claras (que se realizó en 1963), para que supiera en qué marco había que moverse. Que hubiera censura pero con reglas firmes y claras para saber a qué atenerse.
Los cineastas, que se reunieron en Sitges doce años después, se habían adaptado demasiado. La conferencia se convirtió en una contrapartida de Salamanca y en un rechazo del nuevo cine español que se asociaba con Madrid. La idea de que se podía ir avanzando  gradualmente  si uno se contentaba con dar pequeños pasos sin abusar de la tolerancia del régimen llevó a la autodestrucción de los participantes de la conferencia. Uno de los organizadores, el guionista y director Joaquín Jordà, leyó un texto que se convirtió en el manifiesto fundacional de la "Escuela de Barcelona".
Jordá habría dicho maś tarde que bajo  la censura franquista era más útil hacer una película sobre una bola de billar que sobre la Guerra Civil, porque se podría decir más verdad sobre la bola  que sobre la guerra. En Sitges, reclamó un cine alternativo  capaz de autofinanciarse en lugar de depender de los subsidios estatales; un cine que operara al margen de las reglas de censura impuestas por personas que no habían aprendido su oficio en las escuelas de cine estatales y que había que buscar canales de distribución  no  controlados por el Estado.
Al margen de Madrid y del realismo social que se propagaba desde la capital, el cine tenía que ser vanguardista, tenía que cuestionar las formas tradicionales cinematográficas. Un buen ejemplo de ese cine sería  Sin compteu amb els dits /Sin contar con los dedos, que se proyectó en Sitges por primera vez. Con esta película realizada en colaboración con el poeta catalán Joan Brossa, el ya escaldado y censurado por Viridiana  Pere Portabella apareció como un cineasta comprometido, que experimentaba con nuevas formas narrativas.
El régimen se sintió tan desafiado por Sitges que la policía se presentó en la ceremonia de clausura y procedió a arrestar gente. Escudero, el director general responsable de la película, fue acusado de ser demasiado liberal y perdió su puesto. En Barcelona se cerró el Museo del Cine y la escuela de cine estatal fue temporalmente clausuradaLa dura reacción del régimen muestra que la vanguardia es más que un truco esotérico. Mientras se arreglan con las películas comerciales, los filmes de vanguardia pueden desarrollar un poder subversivo capaz de hacer temblar al propio Franco.
Portabella se estableció después de Sitges como uno de los principales representantes de la Escuela de Barcelona, ​​pero en la clandestinidad. Él y sus amigos de vanguardia no tenían intención de hacer películas de género,  el cine de género europeo era su aliado. Había dinero circulando gracias a la inyección de efectivo por el régimen. Ese dinero atrajo a cineastas de dudosa calidad que hicieron coproducciones internacionales en España de poca calidad según  el canon de valores de la clase media educada: spaghetti o paella westerns, giallo o cine de miedo italiano, películas de terror.
Debido a la mayor producción,  llegaron a los cines españoles más peliculas de este estilo. Si los espectadores gastan dinero por ver  sexo y violencia en el cine, no está demás sospechar cerca que se están satisfaciendo los  bajos instintos. Cuando el crítico francés Marcel Oms sacó sus primeras conclusiones tras de la muerte de Franco, tenía otro motivo para justificar  la popularidad de estas películas en España. Oms estaba convencido de la interpretación antifranquista   del vampiro chupa sangre y  del vaquero solitario que hacía el público español, porque el Conde Drácula siempre hace sentir un aliento de  represión, y por contraste el Pistolero solitario representa la rebelión.
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