¿Es el Opus Dei una Secta, una Empresa o un Partido Político?
LOS OPUSDEISTAS ASCIENDEN AL PODER
Así lo cuenta Ramón Garriga en El cardenal Segura y el nacionalcatolicismo, pp. 325-6:
“Si en 1941 estaba formado el OD por unos pocos centenares
de socios y su existencia era casi ignorada por el nuncio Cicognani y el
cardenal Segura, según hemos explicado documentalmente en el cap. XIV, quince
años más tarde había progresado de manera tan extraordinaria que se hallaba en
condiciones de controlar la economía nacional.
En el campo de la administración pública se repitió la operación que en
la enseñanza nacional realizó, como hemos explicado José María Albareda, que se
aprovechó del ministro Ibáñez Martín para hacerse nombrar secretario del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que se transformó en trampolín
para que muchos opusdeístas se convirtieran en catedráticos o terminaran sus
carreras universitarias.
Luis Carrero Blanco, que desde 1941 desempeñaba las
funciones de subsecretario de la Presidencia del Gobierno y se había convertido
en brazo derecho de Franco. Fue escogido como vía de penetración de los
opusdeístas en la administración pública. Un profesor de 36 años, inteligente,
ambicioso y trabajador, actuó de punta de lanza de la operación; nacido en
Barcelona, hijo de un industrial y catedrático de Derecho Administrativo desde
1945 en la Universidad de Santiago de Compostela, encarnaba el tipo de
tecnócrata surgido en 1932 cuando el presidente Roosvelt lanzó su New Deal; se
preocupaba de resolver los problemas de organización y administración del Estado,
sin preocuparse de la cuestión política. Hacía dos décadas que el inmovilismo
se había apoderado del franquismo;
Franco estaba convencido de que tenía razón la vieja filosofía de que la mitad
de los asuntos se resuelven por sí mismos, mientras que el resto no tienen
solución, y la organización administrativa del país funcionaba sobre las normas
establecidas por las leyes de enero de 1938 y agosto de 1939, es decir la
estructura que estableció Serrano Suñer en los tiempos transitorios de la
guerra civil y en la inmediata posguerra.
López Rodó, numerario del Opus Dei, intimó en Santiago con
su colega de Derecho Canónico Amadeo de Fuenmayor, sacerdote del OD y vinculado
a Carrero Blanco, a quien prestó, según parece, valiosos servicios jurídicos en
el ámbito de su especialidad. La que podríamos clasificar de versión oficial
nos presenta al joven profesor catalán pronunciando en Santiago una conferencia
sobre reforma administrativa; el acto fue presidido por el ministro de
Educación, Jesús Rubio, quien pidió una copia de la disertación para
entregársela a Franco. Éste encargó a Carrero Blanco que hablara con López Rodó
y le solicitara una nota en la que expusiera sus ideas de reforma
administrativa que pudieran llevarse a cabo.
Fue así como se creaba una Secretaría General Técnica en la
Presidencia del Gobierno, cargo al parecer modesto para el cual fue nombrado
López Rodó; de esta manera se inició la carrera de quien sería la eminencia gris de Carrero Blanco, quien
a su vez actuaba de eminencia gris de
Franco.
Cuando ocurrió este episodio de pequeña historia, pero que
sirve para aclarar el panorama general del país, el régimen pasaba por una
grave crisis provocada por la situación económica y los incidentes
universitarios; el presidente del Banco Mundial había sentenciado:
“España no merece ayuda porque es un país en bancarrota.”
La ayuda económica norteamericana, a raíz de la cesión en
1953 de bases hispanas a EEUU, no había dado los resultados esperados: Manuel
Arburúa, el ministro de Comercio encargado de administrar los créditos yanquis,
pasó a la historia por la frase “Gracias Manolo”, que era la expresión
generalmente empleada por los favorecidos por un permiso de importación de
automóvil que el ministro distribuía graciosamente de igual manera que la
vedette Celia Gámez repartía flores entre sus admiradores; de este personaje
recordará Franco, para la historia, que
empezó de botones y hoy es archimillonario.
Este ambiente de frivolidad y picaresca finalizó cuando en
febrero de 1957 se encargaron de la política económica dos tecnócratas
opusdeístas: Mariano Navarro Rubio, como ministro de Hacienda, y Alberto
Ullastres, en la cartera de Comercio. La labor de estos tecnócratas, que
demostraron saber manejar igualmente el breviario que los asuntos financieros,
consistió en la estabilización económica y la apertura comercial al exterior,
que se traduciría en un rápido crecimiento; sus apologistas señalan que cuando
Navarro Rubio y Ullastres fueron nombrados ministros la renta media del total de la población
española era de 15.000 pts por habitante, unos 200 $ de la época, pero se
callan que para resolver el problema del desempleo abrieron las fronteras a la
emigración y que entre 1957 y 1962 unos 70.000 obreros españoles se dispersaron
por los países europeos que conocían un auge económico y que necesitaban mano
de obra para las faenas duras y bajas, es decir, que la solución opusdeísta no
fue muy cristiana.
Aquí sin embargo, lo que nos interesa señalar es que los
opusdeístas desplazaron a los propagandistas católicos, es decir, el equipo de
Acción Católica formado por Ángel Herrera y que contribuyeron con su actuación
a salvar el franquismo de la crisis provocada en 1945 al terminar la guerra
mundial con el triunfo aliado. López Rodó, Ullastres y Navarro Rubio eclipsaron
a Martín Artajo, Ruiz Giménez, Castiella, etc.; ante este hecho surge la
pregunta:
¿Cuáles eran los designios que perseguía el “Opus Dei”?
Sabemos bien que los propagandistas de Acción Católica
respondían a la línea fijada por el Vaticano y al mismo tiempo mantenían
relaciones con los grupos de la democracia cristiana que como fuerza política
operaban en Italia, Alemania, Francia, Bélgica, etc.; pero en el caso de la
Obra sólo podemos partir de suposiciones, pues no se ha hecho claridad en este
punto, lo que dio lugar a que fuera bautizada por su adversario con el nombre
de la Santa Mafia.
Es evidente, no obstante, que los tecnócratas opusdeístas
realizaron una labor útil al eliminar los vestigios totalitarios del régimen
que quedaban de la herencia recibida de Mussolini y Hitler, aunque eso no
quiere decir que trabajaran para el restablecimiento de un sistema democrático,
tal como predicaron Juan XXIII y Paulo VI; más bien prevaleció en ellos la idea
de alcanzar una monarquía autoritaria la solución al doble problema de la
sucesión de Franco y prolongar su usufructo del poder.
El proceder tenebroso de la Obra requiere una mayor
perspectiva histórica a fin de poder juzgar esta etapa importantísima de
nuestra existencia común, que recuerda el funcionamiento de un Estado dentro
del Estado, ya que una buena parte de los principales funcionarios estatales
obedecían sobre todo las consignas que recibían de la Obra.
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https://youtu.be/kFKYXq1Wk_o?si=tF6G_Moa9l0ccRbD
https://www.politico.eu/article/vatican-israel-italian-hacking-scandal-uk-lithuania-equalize/