ADULACIÓN HASTA EL FINAL
Tras el fallecimiento del Papa emérito se han entregado a recuerdos de 1998, cuando lo nombraron doctor Honoris Causa en Pamplona. 4 días estuvo alojado en Belagua, colegio mayor emblemático, el entonces Panzerkardinal, 200 horas de adulación como suelen con los poderosos eclesiásticos. El entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, guillotinador de tantas cabezas teológicas a las que dejo sin sustento, se dejó agasajar y a su vez ponderó, enalteció la uni, sus estudiantes, el ambiente y todo lo que veía a su alrededor.
Un buscador de la verdad como él, que había escrito en 1969 líneas que le hicieron pasar por hereje para los chicos de Escrivá, entregado a estos ejercicios mundanos del incienso.
Haciéndose perdonar su intervención en la Comisión teológica de 1981 que decidió que la prelatura no podía ser una diócesis personal cum proprio populo. En el lejano 1981 ya decía el cardenal Ratzinger que la prelatura no era una iglesia particular sino un fenómeno asociativo. Y los teólogos y jerifaltes escrivarianos acusando durante 40 años de fallo a la jerarquía eclesial por sostener la opinión oficial de la Comisión teológica.Estos avatares sonados solo en 2022 han derivado en que Francisco pide "revisen estatutos" y les rebaja de ministerio: pertenecen a la Congregación del Clero y están obligados a presentar informe anual.
Es cierto que la reciente entrevista a Francisco es inquietante, este es el país del Opus, la prensa del Opus, hay que ser diplomático, no meterse en jardines. Ni ponerse inquisidor en Navidad. Política eclesial porque la degradación, aunque no sea la que se merecen, es real. Débil, floja, casi nada, después de las 43 y los 1000 testimonios de escaldados. Pero en 40 años nadie ha osado ponerlos mínimamente en algo parecido a "su sitio". Sin ser su sitio. Estamos de acuerdo.
Así que Ratzinger apretó tuercas en 1981 y en 1998 se dejó llevar y traer por las instalaciones de la uni, aceptando el decorado. El poder ciega a los más inteligentes como a los más inútiles.
En 1987 el teólogo español José María González Ruiz (1916-2005), canónigo que fue de la catedral de Málaga, le lanzaba una serie de preguntas al Panzerkardinal, con la mejor intención del mundo. El "Informe sobre la Fe" emanado de su pluma en conversación con otro amigo de los escrivarianos, Vittorio Messori,
estaba un poco lejos, por no decir era diametralmente opuesto a las posiciones que él mismo Ratzinger, cuando era teólogo y profesor no jerarca, había defendido en 1969 en su obra "El nuevo pueblo de Dios". Hasta el final de mis días de nume conservé mi ejemplar de dicho Informe, como la Biblia, así nos fue presentado y ponderado por el director de la delegación de Pamplona cuando apareció en las librerías, allá por 1984. Un manifiesto anti teología de la Liberación en toda regla.
Alguna de las preguntas que le lanzaba el teólogo español en 1987 tras el giro de 180 grados al cardenal alemán:
"¿Hasta qué punto la actual estructura de la Iglesia católica romana permite que en su seno se lleve a cabo aquella “infalibilidad de los laicos” que, según Vd. mismo insinúa muy acertadamente, en el Concilio de Nicea salvó la ortodoxia frente a las vacilaciones de una jerarquía fuertemente influida por el arrianismo? (p. 168 s.). ¿No hemos descubierto, más bien, un profundo recelo ante la afirmación de la Teología de la liberación, según la cual los pobres no son sólo objetos, sino sujetos de la evangelización?"
Como Papa se metió en abundantes charcos, los intelectuales no están hechos para la política, y lo que uno ve en la soledad de su estudio, su fe que viene de la infancia y sus entendederas tradicionales, no es para proclamarlo desde los tejados, porque lo políticamente correcto no es la verdad, ¿nunca lo será? Y además el mundo cambia y gira, él se había subido al carro de la carrera eclesiástica y no es lo mismo lo que en esos ambientes se tiene como doctrina aceptada que lo que puede salir en el telediario. En ese sentido el argentino es "más tuno". Ser Papa es lo más complicado de este mundo: mano izquierda, derecha y pies uno de cada.
Ya no estaba en Pamplona cuando Ratzinger apareció por allí, pero en un curso anual una nume alemana que también usaron de intérprete nos contó "intimidades" que no salen en los recuerdos hoy publicados. Como que le regalaron unas zapatillas y que le sirvieron comidas que sabían eran de su agrado. Lo de las zapatillas no viene a cuento, pero por algo será que me acuerdo. Es un clásico con los grandes de este mundo: estar en los detalles hasta la minucia. Cuando Jesús dijo que no era a los grandes sino a los pequeños a los que había que cuidar. En fin.
Los alemanes que lo conocen bien no estarían de acuerdo con lo de que su familia era anti nazi. Su padre era oficial de policía. Es como si hoy pretendiéramos que un guardia civil de 1950 era antifranquista. Difícil, complicado por no decir imposible. La Iglesia católica oficialmente y salvo raras excepciones muy excepcionales, ha apoyado a veces abiertamente (España) a veces no tan abiertamente las dictaduras de derecha en el siglo XX. El autoritarismo clerical rima con el autoritarismo militar y con el autoritarismo en general.
Traduzco esta semblanza, recogido de sus pasos en falso:
FORMACIÓN
Nacido en 1927 en Baviera (Alemania) en el seno de una familia opuesta al nazismo, Joseph Ratzinger se inscribió contra su voluntad en las Juventudes Hitlerianas, antes de negarse a unirse a las Waffen-SS alegando su deseo de convertirse en sacerdote. Asignado a la Wehrmacht, desertó al enterarse del suicidio de Hitler. Ratzinger nunca fue nazi, pero endulzará durante mucho tiempo los horrores del Reich. Habrá que esperar hasta 1993 para que cuente haber presenciado la ejecución de judíos húngaros. Después de una estancia de seis semanas en un campo de prisioneros de guerra por deserción, y cuando la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin, comenzó su formación como sacerdote. Entre 1946 y 1951, Joseph Ratzinger estudió filosofía y teología en Freising, así como en la Universidad de Munich. A los 24 años, fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951, junto con su hermano Georg. Un año después, fue nombrado profesor en el seminario de Freising y aprobó su tesis doctoral en 1953, antes de ingresar a la Universidad de Munich, donde estudió teología y filosofía.
En 1957, se convirtió en profesor en Munich, luego en profesor de dogmática y teología fundamental en Freising, antes de continuar su carrera docente en Bonn, Münster y Tübingen.
EN EL CONCILIO VATICANO II
Localizado por su arzobispo, el cardenal Joseph Frings, clasificado entre los reformadores, el joven profesor pronto se vinculará a la labor del Concilio Vaticano II (1962-1965) como “consultor teológico”. Allí se sumó a las decenas de expertos, como Yves Congar, Henri de Lubac, Karl Rahner o Hans Küng, que, a la sombra de los cardenales, prepararon y enmendaron los textos conciliares. En este contexto, el joven sacerdote trabaja en la renovación del pensamiento teológico y participa en particular en las reflexiones sobre la renovación de las relaciones de la Iglesia católica con los judíos, uno de los grandes avances de este concilio. Joseph Ratzinger también trabaja en la modernización y flexibilización del Santo Oficio, que luego se convertirá en la Congregación para la Doctrina de la Fe.
A lo largo del concilio, Joseph Ratzinger también abordará la reforma litúrgica prevista por los padres conciliares para modernizar ritos considerados por muchos obsoletos y arcaicos. Es en este punto en particular en el que se basa la reputación del profesor Ratzinger: habiendo entrado en la piel de un reformador en el Concilio, habría salido de él como un conservador, si hemos de creer en sus críticas, emitidas ya en 1966, sobre la derivas observadas en la implementación del “nuevo ritualismo”. A partir de entonces deploró que la nueva liturgia se hiciera en detrimento de cierta “belleza”, y habló de “malestar” y “desencanto” ante los efectos de la reforma conciliar. Esta posición, que posteriormente defendió con firmeza, le hizo parecer nostálgico de la antigua liturgia, incluso cercano a los tradicionalistas, incluso a los fundamentalistas, críticos intransigentes del Concilio Vaticano II. Como ellos, también defenderá en sus Memorias la idea de que “la crisis de la Iglesia se basa en gran medida en la desintegración de la liturgia”.
EL GIRO DE 180 GRADOS
En los años posconciliares, traumatizado por la “revolución marxista” y el “fervor ateo” que observaba entre los estudiantes, abandonó la docencia en la Universidad de Tübingen. A fines de la década de 1960, se mudó a Regensburg, donde buscó refugio en su ambiente familiar, con su hermano y su hermana. En 1969, se convirtió en titular de la cátedra de dogmática e historia del dogma en la Universidad de Regensburg, donde se desempeñó como vicepresidente de la institución. A sus 50 años. reconocido como uno de los más grandes teólogos de Alemania, fue nombrado miembro de la Comisión Teológica Internacional por el Papa Pablo VI en 1972. En 1977 fue nombrado Arzobispo de Munich y Cardenal-Presbítero. Tres meses después, el Papa Pablo VI lo nombró cardenal. Así participó en los cónclaves de agosto y octubre de 1978, que eligieron respectivamente a Albino Luciani (Juan Pablo I, que murió 33 días después de su elección) y Karol Wojtyła (Juan Pablo II). El 25 de noviembre de 1981, Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y se convirtió así en el custodio estricto del dogma de la Iglesia. Este "ministerio" del Vaticano es responsable de velar por la corrección de la doctrina católica, lo que le permite llegar hasta la excomunión si es necesario.
Durante 24 años trabajó en localizar lo que representara una deriva litúrgica o social en la Iglesia, le q valió el apodo de "Panzerkardinal" ("cardenal acorazado"). Como Prefecto publicará una "Instrucción sobre ciertos aspectos de la teología de la liberación" y condenará a algunos de sus teólogos, considerados demasiado marxistas, como el brasileño Leonardo Boff, a quien ordenará "silencio y obediencia". ”. En este cargo se convirtió en uno de los más cercanos consejeros del Papa, hasta el punto de encarnar pronto el conservadurismo doctrinal del pontificado de Juan Pablo II. Muchos de sus opositores lo acusaron de tener una posición muy conservadora, incluso reaccionaria. Además de defender las posiciones tradicionales de la Iglesia sobre el celibato de los sacerdotes, la ordenación de mujeres, el aborto o la homosexualidad, Joseph Ratzinger también fue criticado por sus posiciones sobre el ecumenismo. En 2000, afirmó la superioridad de la Iglesia Católica sobre otras iglesias cristianas en la declaración Dominus Iesus, que no estuvo exenta de críticas. Desde 1988 y hasta el final de su pontificado, otro expediente nunca dejó de ocupar el cardenal, que se convirtió en Benedicto XVI: el cisma fundamentalista provocado por monseñor Lefebvre, que discrepaba sobre los efectos del Concilio Vaticano II en términos de ecumenismo, libertad religiosa y rituales. A partir de la ruptura lefebvrista de 1988, se encargó de movilizar a los cismáticos. Sus esfuerzos serán en vano. La obra más importante es sin duda el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, obra que llevó seis años de elaboración y que vio la luz en 1992. El 5 de abril de 1993 fue ascendido a cardenal-obispo.
RATZINGER COMO PAPA
A la muerte de Juan Pablo II, su condición de decano cardenalicio le confirió un papel eminente en la organización de la transición. Preside la misa fúnebre y pronuncia en la homilía que precede a la elección un resumen de sus pensamientos: “La barquita del pensamiento cristiano ha sido sacudida muchas veces, arrojada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, incluso al libertinaje; del colectivismo al individualismo, del agnosticismo al sincretismo. Tener una fe clara, seguir el credo de la Iglesia a menudo se define como fundamentalismo. Estamos en el proceso de instaurar una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo".
A pocas semanas de su elección, seguía denunciando una Iglesia parecida a “una barca a punto de hundirse, una barca que se llena de agua por todos lados. La ropa y el rostro de [esta] Iglesia nos asustan”. Esta concepción del mundo y de la Iglesia parece que sedujo a los votantes del cónclave que, tras cuatro votaciones, lo había elegido, el 19 de abril de 2005, Papa 265 de la historia, frente al cardenal argentino, futuro Papa, Jorge Mario Bergoglio. Elegido Papa en 2005, a la edad de 78 años tras un cónclave de poco más de veinticuatro horas, confiesa que se mostró incrédulo ante esta decisión en su libro Benedicto XVI, Últimas conversaciones, publicado en septiembre de 2016. Al elegir su nombre, el Papa 265 sigue los pasos de Benedicto XV, un apóstol de la paz conocido por su trabajo diplomático durante el torbellino de la Primera Guerra Mundial.
Una vez elegido, Ratzinger intelectual legalista no tan a gusto con las multitudes como su predecesor Juan Pablo II -y su sucesor, Francisco-, Benedicto XVI aparece como un Papa de transición, pero no renuncia al celibato de los sacerdotes ni a negarse a la ordenación de mujeres. Benedicto XVI sigue siendo igualmente hostil a una línea más flexible frente a los cambios sociales, como el aborto o la eutanasia. Mientras viajaba por África en marzo de 2009, conmocionó a la comunidad médica mundial al afirmar que el uso de condones era "contraproducente en la lucha contra el SIDA". La excomunión de una mujer brasileña, culpable de haber abortado a su hija de nueve años violada por su padrastro, repugna a buena parte de la opinión pública.
Reconocimiento de parejas homosexuales, testamento biológico, eutanasia, procreación asistida, comunión de católicos divorciados: la Iglesia de Benedicto XVI declina un largo rosario de "no". Benedicto XVI escribió su primera encíclica en enero de 2006. Deus caritas est (Dios es amor) pretende devolver la palabra amor a su significado profundo y definir el significado del compromiso caritativo para un cristiano. Durante su pontificado publicará otras dos encíclicas.
POLÉMICAS
En septiembre de 2006 desató una polémica tras un discurso que parecía vincular islam y violencia en la Universidad de Ratisbona (Alemania). Luego presenta sus arrepentimientos al mundo musulmán. En 2007, un decreto volvió a liberalizar la celebración de la Misa en latín y en 2009 levantó la excomunión de los cuatro obispos ordenados ilegalmente por monseñor Lefebvre en 1988. Entre ellos, la presencia del negacionista del Holocausto Richard Williamson levantó indignación mundial y complicó un tiempo las relaciones del Vaticano con la comunidad judía e Israel, mientras que su visita a Auschwitz en mayo de 2006 fue uno de los momentos más emotivos de su pontificado, ya que ese día el Papa alemán declaró: “en un lugar como este, las palabras fallan, sólo puede quedar un silencio asombroso, un silencio que es un grito interior a Dios: '¿Por qué pudiste tolerar todo esto?'
Dió que hablar su visita a Auschwitz y sus palabras en el campo de concentración, icono de la barbarie. No hagamos sangre.
Benedicto XVI quería desesperadamente resolver el cisma lefebvriano para dejar atrás una Iglesia católica que hubiera recuperado su "integridad" y reunir a los más extremos. A pesar de su obstinación, a menudo incomprendida dentro de la misma Iglesia, no lo consiguió. El pontificado apenas avanza en el diálogo con las Iglesias hermanas. La recepción del más tradicionalista de los sacerdotes anglicanos en una prelatura personal, del mismo tipo que la del "Opus Dei", fue vista como un acto de “piratería” dentro del mundo cristiano.
REFORMAS
El soberano pontífice trata de eliminar las extravagancias en una Iglesia que quiere ser menos mundana, objetivo asumido por su sucesor Francisco. Durante su último viaje a Alemania en septiembre de 2011, hizo un llamado a la Iglesia a ser menos mundana: “Los ejemplos históricos muestran que el testimonio misionero de una Iglesia 'no mundana' emerge más claramente. Liberada de las cargas y de los privilegios materiales y políticos, la Iglesia puede dedicarse mejor, y de manera verdaderamente cristiana, al mundo entero. Puede estar realmente abierta al mundo…”. Pero este tímido melómano, elogiado por su amabilidad en pequeños grupos, no se impone a la opinión pública como el carismático Juan Pablo II o Francisco. Sin puño de hierro, confiando en su entorno, fracasó en reformar la Curia, sumido en la parálisis, a pesar de nuevos nombramientos de cardenales más jóvenes al frente de varios “ministerios”, a pesar de la –tímida– creación de cardenales de todos los continentes.
Llevó a cabo una importante reforma en el campo económico, con el establecimiento de normas contra el blanqueo de capitales en el Vaticano, y también percibió la urgencia de desarrollar la diplomacia vaticana en el mundo, en particular en Asia. En ocho años de pontificado, su acción ha sido particularmente notoria en este continente. Se esforzó tanto por preservar la unidad de la comunidad católica como por defender la libertad religiosa. El 16 de abril de 2008 estuvo en Estados Unidos, celebró su 81 cumpleaños en la Casa Blanca con el presidente George Bush Jr, y unos días después, el 20 de abril, rezó en la Zona Cero con las familias de las víctimas del 11 de septiembre.
CRISIS FINAL COMO PAPA TITULAR
El ex colaborador cercano de Juan Pablo II se tuvo que enfrentar a la crisis más grave de la Iglesia contemporánea: la cascada de revelaciones de agresiones sexuales cometidas a niños por miembros del clero, agravada por la omertá de la jerarquía católica. “La mayor persecución de la Iglesia no viene de enemigos externos sino que surge del pecado de la Iglesia”, dijo Benedicto XVI en 2010. Pide “perdón” y aboga por la tolerancia cero. Benedicto XVI es el primer Papa que ha actuado contra la pedocriminalidad en la Iglesia, en particular aceptando las renuncias de los obispos y pidiendo perdón a las víctimas. Sin embargo, muchos lo critican por no haber ido lo suficientemente lejos.
Además siguen surgiendo nuevos casos. Casi nueve años después de su marcha, un informe independiente acusa incluso a Benedicto XVI de inacción ante las agresiones sexuales a menores en la archidiócesis de Múnich y Freising, que él rechaza "en sentido estricto". "Sobre el tema de la agresión sexual, no resolvió los problemas, pero indicó formas correctas de enfrentarlos", dijo Federico Lombardi, ex portavoz del Vaticano. Otras crisis empañan su pontificado.
En 2012, el Papa alemán tuvo que lidiar con los "Vatileaks", un escándalo de filtraciones de documentos confidenciales que evocaba la existencia de una red de corrupción y favoritismo entre el Vaticano y sus socios italianos. “Se han difundido insinuaciones por parte de ciertos medios, totalmente gratuitas, que han ido mucho más allá de los hechos, ofreciendo una imagen de la Santa Sede que no se corresponde con la realidad”, dijo durante una audiencia general.
Benedicto XVI desarrolló a lo largo de su pontificado, como ya lo había hecho antes en sus escritos y discursos, una visión preocupada, por no decir pesimista, de la Iglesia, del mundo y de su futuro. Describió su oscuridad y volvió obsesivamente a los males que, según él, amenazan a las sociedades humanas y las desvían de toda trascendencia: relativismo, sincretismo, materialismo, individualismo, agnosticismo... Abogado de la alianza entre la fe y la razón, defendió que el cristianismo tiene una voz en el espacio público, instando a los creyentes a desempeñar un papel en los debates actuales.
En apoyo de esta preocupación, Benedicto XVI expresó una preocupación real por la descristianización de la “vieja” Europa. Abogó por la recristianización y advirtió repetidamente contra la pérdida de las raíces y los valores cristianos en las sociedades occidentales; se precisa instruir al núcleo duro de los creyentes, una minoría, a participar en un “nuevo impulso misionero”. Como signo de la importancia que le dio a esta lucha, Benedicto XVI creó un consejo pontificio – un paso raro – dedicado a la “nueva evangelización”.
Durante las celebraciones del cincuentenario de este concilio, en octubre de 2012, Benedicto XVI expresó el deseo de que los católicos "volvieran, por así decirlo, a la letra del concilio", cuyos documentos "protegen del exceso, de una nostalgia anacrónica o una huida hacia delante”.
RENUNCIA Y OTRAS INCONVENIENCIAS
El sucesor de Juan Pablo II en 2005 marcó la historia de la Iglesia católica al decidir dimitir el 11 de febrero de 2013, ocho años después de su elección, por motivos de salud. Un gesto sin precedentes en seis siglos, el Papa anterior que había renunciado fue Gregorio XII, en 1415.
Desde su renuncia, el Papa jubilado vivió discretamente, retirado en un convento del Vaticano en compañía de monjas y su secretario personal, Georg Gänswein. Debilitado, en silla de ruedas, con dificultad para hablar pero aún lúcido según los que le rodeaban, Joseph Ratzinger seguía recibiendo visitas. En Benedicto XVI, Últimas conversaciones, interrogado por el periodista alemán Peter Seewald sobre la posibilidad de que un Papa tenga miedo a la muerte, responde "sí", en todo caso "hasta cierto punto". “Primero está el temor de ser una carga para los demás por un largo período de incapacidad", explica. "Luego, aunque creo con confianza que Dios no me va a rechazar, cuanto más te acercas a Él, sientes con más fuerza. todo lo que no has hecho bien. De ahí el peso de la culpa que te oprime, aunque la confianza básica esté siempre presente, por supuesto".
En mayo de 2017, salió de su silencio para apoyar al Cardenal Sarah en el tema de la liturgia que le era particularmente querida. En 2019, seis años después de su jubilación, publicó en el diario bávaro Klerusblatt y en el diario italiano Corriere della Sera un documento sobre La Iglesia y el escándalo de los abusos sexuales, en el que culpaba principalmente al clima de "permisividad ligada a la sexualidad" de la década de 1960.
Otra controversia tuvo lugar en febrero de 2020, cuando su secretario privado fue apartado del séquito del Papa Francisco. Este abandono siguió a la publicación muy controvertida de un libro en coautoría del Papa Emérito y el ultraconservador cardenal guineano Robert Sarah, que defendía enérgicamente el celibato sacerdotal, un tema candente en la Iglesia. El libro les pareció a algunos una injerencia en el pontificado del Papa Francisco, y a otros una advertencia de la franja tradicionalista de la Iglesia.
Tras 48 horas de nervios, Benedicto XVI solicitó que se eliminara su nombre de la portada del libro, así como de la introducción y la conclusión firmadas conjuntamente. Y en mayo de 2020, en un libro titulado Benedicto XVI – Una vida, biografía autorizada, afirmó ser víctima de una "distorsión maliciosa de la realidad", comparó el matrimonio entre personas del mismo sexo con el "Anticristo" y denunció las "ideologías humanistas".
En abril de 2022, justo antes del 95 cumpleaños de Joseph Ratzinger, su secretario privado, Georg Gänswein, declaró que aunque "físicamente débil", "su mente todavía funciona perfectamente". Agregó que Benedicto XVI continuó su vida a un ritmo “metódico”, aunque “sus movimientos (fueran) lentos” y que tenía que “descansar más”. Aparte de un herpes que le afectó en el verano de 2020, Benedicto XVI estaba consumido por la vejez, no sufrió una fuerte patología que lo hubiera desgastado y habría concluido en fallecimiento.
EXEQUIAS PREVISTAS
Su cuerpo estará expuesto a partir de hoy lunes en la basílica de San Pedro para que los fieles puedan saludarlo. "Todos los fieles podrán acceder al funeral de Benedicto XVI" y "no está prevista ninguna distribución de entradas", informa en Twitter el corresponsal de La Croix en Roma. El funeral del Papa Benedicto XVI tendrá lugar el 5 de enero de 2023 a las 9:30 horas en la Plaza de San Pedro, informó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede Matteo Bruni.
El Papa Francisco presidirá el funeral del pontífice emérito, y no el decano del colegio cardenalicio, alimentando por última vez la saga de los "dos papas" que convivieron durante casi una década. La ceremonia será "solemne pero sobria", una sencillez que el Papa emérito habría deseado, dijo Matteo Bruni, director del servicio de prensa de la Santa Sede. A pesar de este afán de sencillez, es probable que "se respete el rito previsto para los funerales de los papas, dado que Ratzinger fue Papa", dijo el experto en liturgia Claudio Magnoli, entrevistado por AFP. Benedicto XVI ya no está en el cargo, solo Alemania (su país de origen) e Italia están invitados oficialmente al funeral, detalla La Croix. “Líderes de otros países del mundo serán bienvenidos, pero su estatus será diferente”, especifica el diario, cuando la costumbre es que todos los jefes de Estado y de Gobierno están invitados al funeral de un Papa en ejercicio.
Aunque su popularidad nunca alcanzó la de Juan Pablo II, Benedicto XVI es un exjefe de Estado y se espera que su funeral atraiga a una multitud de líderes y decenas de miles de fieles. Al final del funeral, el féretro de Benedicto XVI será "llevado a la Basílica de San Pedro y luego a la cripta del Vaticano [que albergan las tumbas papales] para ser enterrado allí", precisó el servicio de prensa de la Santa Sede. El biógrafo oficial del ex papa, el periodista alemán Peter Seewald, reveló en 2020 que Benedicto XVI quería ser enterrado en la tumba de Juan Pablo II, que ha estado vacía desde que su ataúd fue trasladado a una capilla lateral durante su beatificación en 2011.
Según el protocolo descrito por La Croix, el cuerpo del Papa difunto se coloca normalmente en tres ataúdes (de plomo, roble u olmo y ciprés). Con el cuerpo también se depositan "Medallas acuñadas durante el pontificado y una breve biografía del Papa con los elementos representativos de su pontificado".
Comentarios
https://twitter.com/MagiRibas/status/1610623050160177152
Fuente: Univ. de Valencia.
https://hudoc.echr.coe.int/eng