LA AMISTAD ANZUELO

 Siguiendo con el recorrido supernumeraril: 

"unos meses más tarde mi novio me propuso una reunión en un centro cultural para chicas al que puso por las nubes. Era el centro Le Rocher, (Ginebra, Suiza). Los centros opus siempre llevan nombres con sentido...En ese lugar conocí un grupo de simpáticas jóvenes, muy acogedoras, es una constante el ambiente aparentemente alegre al mayor nivel. Como si hubieran creado un mundo ficticio,

un decorado para seducir a la gente y "pillarla". Cuando entro en ese centro no tengo ni idea de donde me estoy metiendo. No tiene apariencia religiosa. Hay folletos por todas partes sobre las actividades pero no me interesan.

En Le Rocher todas las jóvenes están alegres, hay un ambiente acogedor, dinámico. Me apunto a un club de costura. Me encanta coser, confeccionar ropa. Conozco a otras chicas de mi edad, sin que me haga muchas preguntas. Entiendo que es una especie de asociación en la que las estudiantes se juntan para diversas actividades, nada fuera de lo normal. Esa vez nadie me habla del "opus dei" ni de religión. Entre una actividad y otra ponen un disco de los Beatles y hay algunas españolas que tocan la guitarra. Alguna vez hacemos una fondue de chocolate, ¡delicioso! todo resulta familiar, acogedor, no desconfio lo más mínimo. ¿Por  qué iba a hacerlo?

Cuando llevaba varios meses acudiendo al centro mi novio me preguntó un buen día si no me importaría hablar con un cura que él conoce. ¿Por qué no? recuerdo esa primera entrevista. Era un cura español, de unos 40 años, vestido con sotana. Hubo un malentendido. Tengo cita con él y me hacen pasar a una salita bien amueblada y decorada. Pero nadie le avisó de mi presencia, y estuvimos una hora esperándonos mutuamente. Nos reímos de la confusión. En esa conversación hablamos de matrimonio, hijos, familia, religión, pero nada me pareció extraño. Podría haber preguntado más, porque había folletos co la foto de EdB por todas partes, el founder omnipresente. 

Le pregunté si el centro era católico, me dijo que sí y me preguntó si había visto la capilla. No sabía ni que hubiera. AL final de la visita una mujer me llevó a verla. AL entrar hizo una genuflexión bien marcada mientras se persignaba. La imité. Era pequeña, había un altar pegado a la pared, y 2 ó 3 filas de bancos. Sobre el sagrario había un velo blanco y una vela roja indicaba la "presencia real" del Cuerpo de Cristo.  La vidriera de la ventana no dejaba pasar mucha luz, el lugar me pareció oscuro. La mujer me indicó una puerta a la izquierda a la entrada, me dijo que era el confesonario. Esta señora era una numeraria pero en ese momento yo no conocía siquiera la palabra. 

Tampoco sabía que mi novio se había hecho de la o. No me lo contó, tampoco el cura me lo dijo aunque él estaba al corriente. Seguro que "pitó" con él. En cualquier caso el cura pensó que mejor dejarme en la ignorancia. Hablamos de las dificultades que mi familia política tenía con nuestro matrimonio. Mis futuros suegros se oponían porque querían que sus hijos no salieran de casa. Una extraña manera de pensar que consiguieron imponer, mi marido  a sus 25 años sería el primero de los 6 hermanos que se iba a casar. ¡Todos los demás seguían con sus padres! no vinieron a nuestra boda ni tampoco al bautizo de nuestro primer hijo.

Dada la hostilidad de la familia, el cura nos dijo que esperáramos un año antes de casarnos. A mí no me parecía lo adecuado, esperar no iba a cambiar nada. Podíamos esperar 10 años también. Pero el cura insistió. Y me dijo que yo no estaba preparada. ¿Preparada para qué? sin duda para el opus dei. Me aconsejó que fuera a clase de doctrina católica y durante un año, una chica española me daba estas clases una o dos veces por semana.

Con el tiempo pensé que esta conversación con el cura fue un momento en el que evaluaron la posibiliedad de hacerme entrar en opus a la vez que mi novio.

Pero ya es bien raro que cuanto te vas a casar con una persona, te oculte un compromiso tan importante. Ya estábamos construyendo nuestro proyecto marital sobre secretos y mentiras. El "opus d" empezaba sus manipulaciones con el silencio del cura, la primera de las muchas que seguirían. El matrimonio era lo de menos. Lo que les importaba era formarme para estar seguros de que mi marido no iba a sufrir a una esposa recalcitrante. Pero en aquel principio de 1983 solo tenía 20 años y bien lejos de sospechar nada de todos estos manejos. Lo único que me importaba entonces es que me iba a casar.

Las clases de doctrina me resultaron interesantes, a pesar de que algunas cosas me chocaron. Por ejemplo la infalibilidad del Papa, la exclusividad de la verdad en la línea apostólica, pero lo que más me preocupaba era la cuestión del mal, que Dios lo permita y la relación del mal con nuestra libertad, la predestinación divina, la creación de todo en la que me resulta difícil creer. Tampoco me convence que las mujeres no puedan recibir la ordenación sacerdotal, ni la riqueza de la Iglesia. Me responden con respuestas prefabricadas a todas mis dudas.

Enseguida comprendí que me tocaba callar y asentir. Si algo no me parecía, la explicadora me dice que tengo que fiarme, que tengo que admitir el misterio. Si planteo mi desacuerdo, me dice que me tengo que dar cuenta de que estoy equivocada y tengo que plegarme al a verdad. Salen cuestiones existenciales: ¿Existe Dios? ¿Cuál es el sentido de la vida?, me interesan. No me molesta que cite todo el tiempo al founder. Como mi cultura religiosa era nula lo acepto como todo. Pero me quedo con las ganas de saber porque enseguida me dí cuenta de la regla de juego: no contradecir. Así que escucho y asiento o más bien no digo nada.

Habría podido decir que no me interesaba que no me estaba enseñando gran cosa. Mi docilidad extrema de aquellos días me parece incomprensible. Pero la chica española me caía bien, se tomaba molestias por mi persona, nos hicimos amigas y no quería hacerle daño.

Con el tiempo me dí cuenta de la importancia del vector humano sin el que opusd no lograría pescar a nadie. Psicológicamente la amistad tiene un papel protagonista a la hora de suscitar "vocaciones".

En 1983 mi novio me empujó a la etapa decisiva. Estuve en el UNIV, que al principo me dijeron era un viaje cultural a Roma, donde podría asistir a una audiencia con el Papa. En el centro Le Rocher me confirmaron que estaría bien que acudiera. Algunas chicas de las que conozco estaban super nerviosas y emocionadas de ir a Roma. Me uno a su entusiasmo y mis padres me pagan el viaje. El univ es un encuentro en Roma de jóvenes miembros opusd con sus amigos. Pero tampoco me lo cuentan así. (Tampoco le dicen que solo van a Roma las "pitables"=susceptibles de escribir la carta pidiendo la admisión, es el objetivo del viaje, el ataque a las presas en ese viaje era parecido a la pesca de la ballena con arpón...)

Chicos y chicas no se mezclan en Roma. Los jóvenes van en su propio autobús y nosotras en el nuestro. Lamento no compartir la aventura con mi novio. Será estupendo reencontrarse. Era la primera vez que visitaba Roma y no estaba muy acostumbrada al viaje. El ambiente es simpático, agradable, muchas risas. Somos una decena de chicas. En el tren cantamos y contamos chistes. Como nunca estuve en una colonia ni campamento de vacaciones, me encantó la experiencia. No me acuerdo de los detalles, pero el ambiente era sano en apariencia.

Así que llegamos a Roma. UNIV se parece un poco a las JMJ, las Jornadas Mundiales de la Juventud que se celebran cada año en una ciudad diferente. Durante una semana jóvenes del mundo entero acuden a un congreso para tratar de un tema de sociedad. Son recibidos por el Papa y visitan la capital italiana. No faltan misas, charlas, meditaciones, confesiones y por supuesto la tertulia con el Prelado opus Dei...

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