AUTOEXCOMULGADOS
Art. 34: Quien por cualquier motivo abandone la Prelatura o sea dimitido, no puede exigir nada por los servicios a ella prestados o por lo que le haya entregado sea por su actividad o por el ejercicio de su propia profesión, o por cualquier otro título o modalidad.
DISPUTAS FAMILIARES
DENTRO DEL FRANQUISMO
Si hasta 1953 católicos y
falangistas parecieron las más poderosas familias del régimen, después
pareció configurarse como alternativa a ambos una “tercera fuerza” como la
llamó su principal ideólogo Rafael Calvo Serer.
La “tercera fuerza” incluía a intelectuales integristas del
Opus Dei (como el propio Calvo Serer, Fernández de la Mora, Fontán, López Amo y
Pérez Embid), “juanistas” conservadores y tradicionalistas. La idea de la
“tercera fuerza” era la restauración de una monarquía tradicional, social,
popular y representativa.
Esto es, la restauración de don Juan, a quien la “tercera
fuerza” reconocía como rey, pero como titular de una Monarquía cuyo contenido
fuese el ideario del Movimiento Nacional del 18 de julio. La falange reaccionó
organizando una gigantesca concentración de masas en Madrid, el 28 de octubre
de 1953, presidida por Franco, en la que el líder falangista Fernández Cuesta
rechazó explícitamente las pretensiones e ideas de la “tercera fuerza”.
En los estertores del franquismo el régimen se dividió
entre”reformistas” como Fraga, que propugnaba una gran fuerza de centro para
proceder a cambios graduales. En el mismo espectro ideológico se movía Areilza,
conde de Motrico antiguo embajador español en diversas capitales y alcalde de
Bilbao tras la caída en 1937 en manos de las tropas franquistas. Areilza
estimaba necesario organizar una derecha civilizada o liberal, que permitiese
la evolución pacífica y no revolucionaria.
En frente estaban los “inmovilistas”, Blas Piñar, Falange,
las Hermandades Nacionales de Alféreces Provisionales. El inmovilismo encontró
su filósofo en Fernando González de la Mora, ideólogo del crepúsculo de las
ideologías y martillo del pensamiento liberal durante los años 60 desde su
sección de crítica de libros en ABC:
Nombrado ministro de Obras Públicas en 1970, Fernández de la Mora era un conservador
antiliberal y reaccionario, un maurrasiano admirador de Donoso Cortés y Maeztu.
Entendía que la política era tecnología y economía, y que el mantenimiento del
orden, la elevación de la renta nacional y la justicia distributiva debían ser
los fines de la acción del gobierno.
En 1963 había hablado del Crepúsculo de las ideologías, una apología de la tecnocracia. Diez
años después acuñaría el concepto “Estado en obras”, una apología del sistema
franquista basada en el formidable cambio que la infraestructura española
(embalses, puertos, regadíos, autopistas, ferrocarriles) había experimentado en
tre 1942 y 1972. Los argumentos de Fdez de la Mora eran simples, aquel cambio
había triplicado y quintuplicado lo realizado desde los romanos hasta 1940.
El nuevo Estado había europeizado España, hecho de ésta un
gran país industrializado con una economía moderna y pujante equiparable a los
países de Europa occidental. Todo ello era, según Fdez de la Mora, el fruto de
un sistema de gobierno. “Solo los insensatos, concluía, podrían negar su
adhesión a tan eficaz y esperanzador instrumento político.” El inmovlisimo
había encontrado su nueva ortodoxia.
Los inmovilistas podían contar en última instancia, con el
apoyo de Franco, Aunque gustaba decir que sus colaboradores eran más
franquistas que Franco, consideraba la cuestión del futuro de España con
solucionada, “todo estaba atado y bien atado”. El continuismo de su alter ego,
Carrero Blanco estaba más cercano del inmovilismo que del aperturismo de los
reformistas.
LOS TECNÓCRATAS ELUDÍAN TOMAR POSICIONES ROTUNDAS Y
EXPLÍCITAS EN EL DEBATE PERO TRABAJARON SIEMPRE INTIMAMENTE CON CARRERO.
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