DECLIVE DEL NACIONALCATOLICISMO

 

LA IGLESIA: EL DECLINAR DEL NACIONAL-CATOLICISMO

Punto fundamental ya que recientemente con motivo del medio siglo del Concilio Vaticano II, la institución que nos ocupa pretendía haberse adelantado a las conclusiones de esta magna asamblea de la Iglesia católica. Nada más lejos de la realidad. Como a gran parte de los eclesiásticos y también de los políticos españoles la convocatoria y sus resultados les pilló a contrapié.

“Opus Dei” siempre se distinguió y fue notable en los años 60 por defender las esencias tradicionales.

El régimen de Franco no fue responsable de los conflictos que en los años 70 le plantearía la Iglesia. Le era demasiado preciosa esta alianza como para cometer el error político de alienársela. En esto, Franco tuvo mala suerte. Las causas que llevaron a sus choques con la Iglesia fueron ajenas a su voluntad. Fueron consecuencia del profundo cambio que experimentó la Iglesia católica a raíz del pontificado de Juan XXIII y del Concilio Vaticano II.

Antes, la colaboración entre la Iglesia española y el régimen de Franco era explicable. Se basaba en el recuerdo de la guerra civil, en la que habían muertos asesinados unos 7000 religiosos; en la afinidad entre las ideologías de uno y de otro, al menos en lo que hacía a su condena del liberalismo y del comunismo ateo; y en la existencia de intereses comunes, tal como reveló el Concordato de 1953.

Desde principios de los años 50 iba a producirse en el seno de la Iglesia española un cambio gradual de formas y concepciones religiosas. El cambio significó una profunda crítica de la misión de la Iglesia y del sentido del catolicismo y de la vida religiosa. El movimiento de renovación aspiraría a transformar la Iglesia en una Iglesia misionera, fiel a los mensajes de pobreza evangélica y fraternidad humana y cristiana. Se rechaza la idea de una Iglesia suntuaria, rica y jerarquizada, en la que la verdadera espiritualidad había sido sustituida por espectaculares ceremonias rituales y no con más aparente labor que la educación de la burguesía y la glorificación de regímenes ultraconservadores y anticomunistas.

Los movimientos seglares apostólicos de Acción Católica y una nueva generación de sacerdotes fueron la vanguardia de este proceso de cambio. La influencia de movimientos similares franceses y, en general, del pensamiento católico francés (Maritain, Mounier, Teilhard de Chardin, Mauriac, Bernanos, etc.) fue considerable.

En los años 50, la apertura cultural del ministro de Educación Ruiz Jiménez permitió e impulsó la actividad de algunos intelectuales católicos (Aranguren, Santamaría, Laín, Querejeta, Ridruejo, Marías) que, hostiles al catolicismo integrista de la España oficial, intentaban unaaproximación del pensamiento católico a las modernas filosofías existencialistas y al pensamiento de Ortega y Gasset.

En los mismo años la actividad de los grupos obreros católicos (HOAC, JOC, VO) fue ya suficientemente notoria como para irritar al régimen. Algunos sacerdotes (los jesuitas Llanos, Díez Alegría, etc.) habían optado por vivir y trabajar en contacto con las comunidades obreras y marginadas de las grandes capitales.

Nunca estuvimos en ese lado de la barrera. Lo nuestro era “el catolicismo integrista de la España oficial” de la que formábamos parte.

Todo esto era más bien una crisis interna de la Iglesia, la jerarquía de la Iglesia (monseñores Pla y Deniel, Eijo y Garay, Olaechea y luego Arriba y Castro, Quiroga Palacios, Cantero Cuadrado, etc.) era firmemente franquista y muy poco simpatizante con ningún intento de renovación eclesial. Fue el mejor aliado que tuvo Franco para contrarrestar las críticas que a su régimen hiciera el progresismo católico.

Y ¡oh casualidad! En nuestra etapa opusina supimos de esos monseñores por la protección que en determinados momentos clave otorgaron a nuestro santo founder, en particular Eijo y Garay, primera aprobación como Pïa Unión, y Olaechea, acogida en Pamplona en 1937 tras el paso de los Pirineos. Cantero Cuadrado, cuya testifical en el proceso de canonización del founder circuló en forma de folleto de Mundo Cristiano.

 

Como ni siquiera altas instancias que deberían de saber de estos procesos se interesa por la historia no controlada por ellos , vamos dando palos de ciego y carta de naturaleza a engendros.

 Es alucinante o a lo mejor se me ha olvidado ¿quién protestó en España hace 9 años cuando se celebró la clausura del concilio y ellos se presentaron como precursores? Nadie.

No es que los obispos fueran ricos, en los años 60, por ejemplo, muchos usaban coches modestos. Tampoco todos eran complacientes servidores. Allí estaba el cardenal Segura, inflexible frente a Franco en sus posiciones. Por ser de orígenes familiares modestos, los obispos exhibían el rígido conservadurismo de las clases medias de la posguerra.

Hubo   affaires variados de roces con el régimen por parte de los obispos; Tarancón, Añoveros se hicieron notar. Estuvo entretenida la década entre 1965 y 1975. Pero en 1970 a diferencia de 1931 España estaba en vías de dejar de ser católica. La influencia que el conflicto Iglesia-Estado podía tener resultaba muy disminuida. No parecía probable una polarización radical por cuestiones religiosas como en la Segunda República.

La actitud de los curas sorprendió a muchos, a otros dejó indiferentes, irritó a algunos y no convirtió a ninguno. España era ya una sociedad secularizada como consecuencia del crecimiento económico, del turismo, de la inmigración y de la propia crisis de la Iglesia. El  problema religioso fue un problema para el régimen y en mucha menos proporción, un problema para la mentalidad colectiva del país.

De todas formas hay que añadir que los “integristas católicos a machamartillo” no habían dicho su última palabra, y que   una   parte no despreciable de las familias y de la juventud católica caería en las garras de quién todos sabemos en las siguientes décadas.

problema religioso fue un problema para el régimen y en mucha menos proporción, un problema para la mentalidad colectiva del país.

De todas formas hay que añadir que los “integristas católicos a machamartillo” no habían dicho su última palabra, y que   una   parte no despreciable de las familias y de la juventud católica caería en las garras de quién todos sabemos en las siguientes décadas.

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