HOGAR LUMINOSO Y ALEGRE

 Cuanto blabla, "ese señor del que ud me habla", el de los enemigos, se merecería pasar un día, una semana, un mes, un año por las miserias que ellos inflingen a tantos "que lo dejamos". No sabe ni lo que dice, un tío que no ha pisado el suelo ni ha tocado tierra en su vida. Palabras que se lleva el viento. 

Como se lleva las de los que "piden que rectifique", alma de cántaro, no van a rectificar.

Es una empresa donde se busca con desesperación el poder y el control de los demás, y todos los desmanes así como el correspondiente disimulo de los mismos son fundacionales, en respuesta a la  pregunta ¿qué es lo fundacional?

Por citar el demonio oficial del mundo en que vivimos, hay otros demonios que no le fueron a la zaga,  yo no iría a Hitler a decirle: "sr. Hitler rectifique". En todo caso juicio, resarcir daños, prisión de por vida... etc.

 O colgarlo, pero está feo colgar a los demonios. Que se cueza en su propia salsa de remordimientos hasta que Dios lo llame.

Desde el principio de mi matrimonio mi marido me indicó que yo no tenía derecho a hablar. Cuando invitábamos amigos a casa, sólo él podía dirigir la conversación. Mi papel se limitaba a ser buena cocinera, servir la mesa y recoger al final. Resumiendo: quería que fuera "mujer florero".

Me insistía  que no le llevara la contraria, que no me opusiera a él ni siquiera en las cosas más insignificantes. Tenía que ser como su reflejo, no tenía que pensar. Mis ideas estaban prohibidas, sólo contaban las suyas Me rebelé, no me avenía a esta situación. Pero obtuve como resultado gritos, insultos, amenazas.

Intenté hablarlo con él, le dije que el matrimonio no supone la desaparición de una personalidad en beneficio de la otra. No conseguí nada. Me contestaba que no tenía que hacerle pasar vergüenza. Mi marido se limitaba a reproducir el modelo de matrimonio que había conocido y en el que había vivido hasta sus 25 años. A dicho modelo se le añadía el barniz "opus Dei".

La o crea secretos entre los cónyuges y se entromete en la intimidad de las parejas. Obsesionados por la imagen los numes se atienen a las apariencias: una pareja tiene que ser luminosa y alegre, aunque las cosas vayan mal como me pasaba a mí. Lo ignoraba casi todo sobre las actividades de mi marido en opus. Tampoco compartí mis problemas conyugales con mis amigas ni con otros matrimonios. Ponía buena cara. Nadie podía sospechar la realidad. El mandato "hogares luminosos y alegres" iba por delante en nuestra vida y acción cara al público.

Poco después de la boda en 1985, confié al cura opus en el centro de Ginebra mis problemas con mi marido y mi hartazgo. Lo intenté al menos. Y resultó que yo que intentaba comunicar que mi marido me daba miedo y que no me dejaba libertad para expresarme el sacerdote me contestó: "Es tu cruz, es la cruz que tienes que llevar, no te quejes, que seáis un hogar luminoso y alegre".

¿Semejante reacción es propia de un hombre de fe? Me quedé aplastada, muda, me sentí humillada cuando el cura va y me pregunta si "había sentido satisfacción" que significa " si había sentido placer". Como si fuera posible en mis circunstancias. Pero parece ser que las circunstancias que yo atravesaba no le importaban a nadie.

Después de todo la primera culpable si las cosas no funcionan es la mujer que rechaza a su marido y "No cumple con el débito conyugal"....El más fuerte gana siempre.

Me topé con un muro, no había ninguna palabra constructiva ni animante. Las únicas palabras de consuelo que recibo son: "paciencia, cruz, hogar luminoso y alegre". Pero el malestar conyugal no existe. Ni siquiera hicieron el intento de entender. Nada, tapado. Éramos una pareja del "Opus Dei" y todo tenía que ser perfecto. Salí humillada del confesonario.

 

Simón de Cirene - Wikipedia, la enciclopedia libre

Mi marido y el "Opus Dei" me trataban por igual. Los dos negaban mi existencia, gracias a la Obra que, dejando aparte mi familia, ocupaba casi todo mi vida y tiempo, tuve que esperar varios años para que mi calvario finalizara. Las consecuencias de esta actitud fueron evidentes: estaba doblemente encerrada, mi marido por un lado, y la organización por el otro que me exigía que llevara la cruz en silencio.

(Sí, es genial: probablemente muchos de los especialistas en colocar cruces en hombros ajenos se sacuden la suya con brío, maestría y elegancia. Hasta alcanzar la santidad.)

Si hubiera podido hablarlo, si un cura o nume se hubiera interesado por lo que pasaba en nuestra relación más allá de las apariencias, quizás las cosas habrían sido diferentes. Imposible saberlo y no sirve de nada rehacer el mundo.

Cuando en 1993 nos trasladamos a Alsacia no cambié ninguna de mis costumbres. No se lo conté a nadie, seguí poniendo buena cara, mostrándome de buen humor, sonriente y alegre. Si hubiera dicho algo ¿quién me habría creído? La experiencia anterior me mostró que no servía de nada hablar.

Y sin embargo un día en confesión, en un momento en que mi pareja se iba a pique, se lo conté al sacerdote. Esperaba que me ayudaría, que hablaría con mi marido. ¡Qué ingenua! Obtuve el mismo resultado y el mismo consejo palabra por palabra: cállate, no te quejes, lleva tu cruz, vive la alegría.

Llevar la cruz es uno de las consignas del od. Llevé mi cruz, obedecí. En defensa de aquellos curas a quienes consulté mis penas se podría decir que no fue suficientemente explícita en mis acusaciones. Puede. Quizás no comprendieron que había un problema, pero entonces ¿por qué darme consejos como si lo hubiera? ¿por qué respondieron "lleva tu cruz, tenéis que ser un hogar luminoso y alegre"?

En el fondo estoy convencida de que la jerarquía sabía la realidad aún cuando yo fui muy prudente a la hora de expresarla. Conocían perfectamente bien a mi marido y no podían hacer abstracción de lo que yo les había contado. ¿Fueron a preguntarle sobre la veracidad de mis confidencias? ¿intentaron ahondar para enterarse mejor? ¿Recibía el cura en confesión las confidencias de mi marido? Si la respuesta es afirmativa ¿por qué no me ayudaron?, si es negativa ¿por qué el cura que recibió mis quejas no aprovechó la confesión para hablar con mi marido de mis quejas? ¿qué hizo con ellas? opino que nada en absoluto.

Claro que no entré en el confesonario gritando: "mi marido me pega, me da una bofetada si le llevo la contraria, me fuerza a tener relaciones....¡hagan algo!" es cierto que no dije eso.

No se trata de desvelar mi intimidad aquí, sólo quiero mostrar y que se entienda la presión que sufrí en todo ese tiempo (13 años). Que el cura no me escuchara me llenó de estupefacción. Me hubiera gustado que mi hubiera hecho caso, que se interesara y quisiera comprender. Que él mismo pusiera palabras a mi sufrimiento.

En lugar de comprensión me lanzó a la cara un "lleva la cruz, tenéis que ser un hogar luminoso y alegre. Su respuesta me tiró por tierra en sentido literal. Sabía y me dejo ir sin hacer nada. No podía ignorar que nuestro matrimonio no era más que una imagen idílica, una ilusión.  Pero esa imagen servía a la obra y eso era lo esencial. Lo demás, la mujer y los hijos....cantidad despreciable.

OD no era mi vocación, eso era evidente. Y las dires se equivocaban cuando me decían que reunía las condiciones para ser una buena supernume. En cuanto a mi marido, lo único que le preocupaba es que sería una vergüenza si yo me iba del opus. (Luego lo echarían ...) Cuando te tienen emparedada de esa manera es muy difícil actuar. Hagas lo que hagas te chocas contra paredes invisibles perfectamente construidas.



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