VIVIR EN LA SUMISIÓN

 No fui ni la primera ni la última en haber recibido ese trato a la salida como pude descubrir con el tiempo. Sin punto de comparación con mi caso pero ya EdB trató de manera ignominiosa a Carmen Tapia numeraria que ocupó cargos en Roma y en Venezuela cuando abandonó "opus dei".

La amenazó con destruir su reputación frente a todo el mundo para que le fuera imposible encontrar un trabajo, hoy su nombre sigue siendo tabú dentro. También mis amigas y todas las que se fiaron del od vivieron una reconstrucción post opus. Eso de que tus "ex hermanas" te arrastren por el fango es insoportable. En mi caso  la poca convicción que tenía en las enseñanzas que había recibido me ayudó salir sin demasiada catástrofe.

Pero antes de reconstruirme necesité exteriorizar mi sufrimiento, mi cólera que no era por haber estado 13 años en un callejón sin salida sino porque me asesinaran moralmente cuando me fui. El sufrimiento se tradujo en lloreras y desconfianza generalizada por miedo a afrontar otro compromiso. Tenía que gritar lo que me había pasado, tenía que escribirlo.

La mayoría de las supernumes me dieron la espalda y hoy todavía, 10 años después, siguen ignorándome cuando nos cruzamos en la calle. Recién salida del od seguía yendo a misa en mi parroquia. Estaban siempre los mismos: algunas personas mayores y numerarios. Antiguamente nos solíamos saludar.

Una vez que ya no era supernume abandonaron toda señal de educación. Estábamos sin embargo en la misma ceremonia rezando a Dios. Pero me había convertido en una renegada a sus ojos una apestada, una paria, y mirarme o sonreírme sería ensuciarse. Para ellos me había hecho inexistente. Estas conductas sobre todo en el caso de un abogado me parecieron inadmisibles. De todas formas me confortaron en la decisión que había tomado.

Pero todavía quedaba por llegar lo peor. En 2000 me diagnosticaron cáncer. Mientras estaba convaleciente una de mis amigas que seguía yendo al centro aunque no pertenecía, pidió en un círculo que rezaran por mía. La respuesta inmediata de la directora la dejó seca: "no rezamos por ella, ha dejado el "opus dei".

No me merecía ni la oración. Me daban la espalda, dejando aparte todos los chismes sobre mi persona que sin duda esparcieron y de los que no me preocupé. Me pusieron en cuarentena. OD se venga como puede y sabe de mi defección.


¡Cuánta gente que ha salido del opus ha caído en depresión! Salir es obedecer a Satán, es un pecado mortal, es condenarse para la eternidad. Es el tipo de lenguaje que se utiliza con respecto a los disidentes.

OD parece más un grupo de presión que un movimiento religioso. No se puede decir nada en contra ¡son tan santos! Se autoproclaman perfectos. ¿Por qué no se tuvieron en cuenta los testimonios negativos sobre od durante el proceso de canonización? "Arrepentidos" llaman a quienes se han salido. Un término sacado del vocabulario mafioso. Aunque la comparación no sea apropiada...

Tener en cuenta solo las declaraciones positivas para establecer la santidad del founder, ¿no es una postura parcial? ¿no es contestar a la pregunta antes de haberla hecho? ¿hasta dónde están dispuestos a llegar con tal de preservar su omnipotencia?

Después de todo no salí tan mal, me fue mejor que a otras. Como dije pedí consejo en esa comunidad cristiana antes de salirme, era una comunidad muy diferente al opusd. Encontre´en ella un cura que se convirtió en mi director espiritual. Ya en nuestra primera conversación se dió cuenta de que no nos iba bien en el matrimonio. Le dije que quería abandonarlo todo: el marido y la religión.

Este cura no me salió con lo de "tienes que llevar tu cruz", me dijo que quería hablar con mi marido.

Quedamos un día en el convento los 3 el cura, al que llamaré Agustín, mi marido y yo. Empezamos hablando de banalidades. Agustín me hace preguntas y por 3 veces mi marido se lanza a contestar sin dejarme abrir la boca. Cuando el cura me pregunta qué pienso mi marido le contesta "ella no piensa". Al mirar la expresión del cura supe que se entreabría una puerta y estaba decidida a empujarla del todo. Ese día salté sobre la ocasión y dije todo lo que llevaba en mi alma ante mi marido y el cura. 

Pagué los platos rotos de mi sinceridad una vez que volvimos a casa. Agustín intentó ayudarnos lo mejor que pudo para salvar nuestra pareja, pero no sirvió de nada. De todas formas ya no quería saber nada de mi matrimonio.

Recuerdo la primera vez que tuve la valentía de contestar "mal" cuando me preguntaron qué tal estaba. Fue después de una misa, en el atrio de la iglesia, una de las monjas que saludaba a los fieles me hizo la pregunta fatídica: "¿Qué tal estás?"

Ese día escuché la pregunta con la seriedad que en ella se encierra; mi repuesta salió sin pensar: "mal", estaba mal y lo dije. Por primera vez tiraba la máscara, sentí una corriente de aire fresco en mi interior, un vacío....como un globo que se deshincha, las lágrimas me salieron descontroladas. Había roto el hielo con el que había emparedado mis emociones. Por primera vez fui honrada conmigo y con el otro. Me fue muy salutífero.


Para reconstruirme necesité a otras personas, no como instrumentos sino como seres humanos que me salían al camino cuando los necesitaba. Gracias a la mirada que arrojaban sobre mi persona pude salir del pozo en el que estaba. Recibía amistad y estima de personas que ignoraban mi pasado, recuperé la confianza en mí misma. Cuando les contaba retazos de mi vida anterior me escuchaban, pocos me juzgaban y criticaban, me reconfortaron, me apoyaron, me animaron.

Si tuviera que hablar de la mayor dificultad que tuve al salir de la obra, sin duda fue la amistad. Me costaba mucho hacer amigos. No sabía qué decir, no les contaba mis cosas, me sentía molesta si me contaban sus problemas pues se habían acabado las respuestas enlatadas. Ya no tenía que invitar a las actividades opusinas. Me sentía sola, con mis propias opiniones y mis respuestas de las que no me atrevía a hablar con nadie. Me llevó tiempo mirar a las personas por lo que eran, seres humanos como yo, con sus alegrías, sus sufrimientos, estábamos al mismo nivel.

Nunca lo había vivido así, siempre era la que tenía que enseñar a los demás, la que sabía más que nadie y que podía conducir a las almas al cura del opus. En cuanto abandoné el barco perdí mi estatuto de elegida, volví a ser una mujer como las demás. Me llevó tiempo mirar a la gente a la cara, sobre todo a los hombres. Me costaba mantener la mirada, siempre la desviaba. Al principio no me atrevía a mezclarme en una conversación y dar mi opinión.

Primero porque no tenía nada que decir y segundo porque si pensaba distinto a los demás temía disgustarles. Todavía tenía la sumisión pegada a la piel. Seguía en la certeza de que no sabía nada, que no era nada, que no valía nada. Los demás tenían siempre razón y sabían más que yo...

Comentarios

Entradas populares de este blog

SEXO EN EL OPUS DEI, TEORÍA Y PRÁCTICA

Otra consulta memorable de Enrique Rojas, supernumerario del Opus Dei y psiquiatra de postín

LISTAS ATRASADAS DE MIEMBROS Y SIMPATIZANTES DEL OPUS Dei