EL PERVERSO Y SUS PARAÍSOS

Puede ser un particular o un gobernante, o cualquier persona erigida en autoridad. En la línea del trastorno que al parecer padecía, y que se diría se ha generalizado en gentes con mando, según comportamientos y conductas  poco justificables.  

Dependencias del museo convertidas en centro "inyectador". 

Ojalá los ciudadanos despierten y se den cuenta de que es un modo de diluir responsabilidades, que hay profesionales que evitan mezclarse en "esto". Así que al museo

en vez de a los lugares habituales donde se hacen este tipo de operaciones y hay un responsable sanitario con nombre y apellido. 

Preguntas ¿es cierto que no se van a poder pedir responsabilidades a ninguna marca? si es tan salvador ¿por qué? ¿es cierto que el gobierno democráticamente elegido por los españoles  ha cedido en asegurar la impunidad de las farma? ¿es cierto que ningún portavoz ni periodista de ninguna radio ni tele pone está cuestión sobre el tapete?  Alguien debería de pedir explicaciones al gobierno, no tengo carné de prensa ni me invitan a las ruedas de lo mismo en Moncloa, ¿a qué van allí los periodistas que no hacen preguntas tan básicas?

 

Este  artículo ilumina: cuanta más maldad y menos empatía con los semejantes más alto llegarás en la vida: 

“Los perversos nunca se avergüenzan ya que para ellos el otro no existe, es un títere que solo está ahí para servirse de él y disfrutar haciendo daño. »Boris Cyrulnik.

Incidentalmente, suelen hacer de las suyas en las relaciones de pareja, pero  sobre todo  los pervertidos narcisistas se desmelenan en el mundo corporativo, de la política y el poder. Añádase "poder religioso" o cualquier tipo de poder.   El perverso narcisista (PN), también conocido como el manipulador por carácter, es un individuo con un ego enorme.  Tiene una necesidad insaciable de lucirse, de mostrar importancia, de ganarse sus galones, de ganar altura, de asegurar su superioridad. Sin embargo, esta superioridad es solo la máscara de una debilidad bien asentada y escondida.

En general, al desplegar una estrategia de seducción bien calculada, el PN logra tejer su red de manipulación psicológica alrededor de su presa para asfixiarla bajo su garra torturadora, atraparla, encerrarla y machacarla. Cualquier individuo (cualquier pueblo) atrapado en las garras de un perverso narcisista se convierte en el prisionero psicológico (político) de su torturador. Vaciado de su personalidad, de su dignidad, rápidamente se convierte en la sombra de sí mismo y el juguete de su verdugo. El perverso narcisista siempre avanza con una máscara, pero a menudo se viste con un traje civilizado para disimular su barbarie, o se viste de camuflaje para imponer su fuerza devoradora.

 

Como la mujer seductora del rostro hipermaquillado, el PN no para de pintase para seducir a su presa. Se las arregla para no mostrar nunca sus cartas, para atrapar mejor a su presa en  sus redes maquiavélicas, sus proyectos diabólicos. Como el vampiro, el PN, desprovisto de humanidad, se alimenta de la humanidad de su presa (la población desde 2020) para vaciarla de su sustancia (sus riquezas) hasta devastarla. Sin llenarse de la humanidad de su víctima, porque el PN es un ser mortífero. Trabaja para succionar la humanidad del otro (la población) por simple necesidad  sádica de destrucción. Se contenta con alimentarse de la energía de su presa  invadiendo su psique secuestrada, sobornada y confundida.

En el mundo laboral, los PN son legión. Particularmente en los escalones superiores de la jerarquía. La mayoría de los propietarios y gerentes de negocios son PN. El mismo funcionamiento del negocio induce al mal. De hecho, todas las formas de trabajo basadas en la exigencia de un mayor rendimiento generan estrés y promueven la expresión del mal. El mal es inherente al mundo capitalista corporativo. De hecho, tan pronto como el fin justifica los medios, incluida la degradación psicológica de los empleados para cumplir con los objetivos productivos y comerciales de la empresa, el mal se convierte en omnipresente, reina, está a la vista. El medio más perverso utilizado en el mundo empresarial es el acoso. De hecho, el acoso es esa forma de autoritarismo que ejerce un jefe contra un empleado subordinado que se resiste a la esclavitud alienante.


El acoso se expresa mediante la devaluación, el desprecio, la humillación, la persecución del empleado que se ha convertido en presa fácil, la víctima expiatoria del líder perverso narcisista. En las garras de la intimidación, el estigma y las degradantes maniobras hostiles, el empleado objetivo acaba convenciéndose  de ser malo y se hunde en la depresión, el primer paso en su vertiginosa caída en el abismo del suicidio. La peculiaridad del acoso se expresa por la recurrencia de molestias y humillaciones infligidas al empleado. No se trata de un comentario aislado trivial y ofensivo, sino del permanente lanzamiento de torpedos psicológicos degradantes y devastadores.

Además, dentro de la empresa (lo mismo ocurre en un país gobernado por dictadores), de manera maquiavélica, el líder PN desarrolla toda una estrategia de división entre colegas (el pueblo), rompiendo así todas las alianzas posibles. Así, cuando un empleado (opositor político, manifestante, huelguista) es refractario, recalcitrante (rebelde), el líder PN se activa para encomendarle  tareas ingratas, dolorosas y degradantes, con el fin de intimidarlo, reprimirlo. ., romperlo. Dentro de un equipo de trabajo (de su país), el PN siempre se esfuerza por reunir a su alrededor miembros dóciles, sumisos, corruptos para emplearlos en trabajos sucios. Evidentemente, estos frecuentes comportamientos perversos generalizados en las empresas (países dictatoriales y "democráticos" pero, en estos últimos, con una delicadeza psicológica manipuladora imperceptible) tienen graves consecuencias sobre la salud psicológica (política) de las víctimas (ciudadanos). Esto resulta en depresión (confusión), incluso suicidios (resignación hipnótica colectiva).

Más aún, al pervertido narcisista le gusta seguir una carrera política. Sediento de poder, la política le permite ejercer su autoridad, mitigar su tiranía, servir a sus intereses. Las promesas le sirven como tarjeta de presentación, aunque están escritas para suscriptores ausentes porque nunca se cumplen. Y si el PN es pillado en el acto de mentir, puede defender su inocencia con extraordinario aplomo. Oportunista, el PN es un camaleón político. Cambia de agenda  como de corbata, corbata que le gusta usar en un intento de ocultar en vano su mediocridad congénita. Cambia tanto de partido como de vestuario, que cree que representa a la persona, tan convencido está de que el vestido hace al ego. Sirve a otro amo sin escrúpulos o a un nuevo régimen, siempre que le permita ascender a la cima del poder para apaciguar sus instintos de dominación, su espíritu de depredación y depravación. El PN político no admite reproches, nunca reconoce que se ha llenado los bolsillos. El PN está desprovisto de amor hacia los demás (corolario del desamor hacia uno mismo), esto explica el odio, la inhumanidad, la barbarie con que gobierna, su aversión al pueblo, su ferocidad natural para oprimirlo, golpearlo, encerrarlo.


El perverso narcisista solo vive para odiar. El odio es su oxígeno, su combustible. Nada le gusta, solo oprimir, explotar, esclavizar.

Para brillar, debe destruir. Él brilla solo haciendo sombra a sus víctimas (su gente), dando muerte a sus oponentes.

Además, incapaz de la felicidad, el PN está decidido a torpedear la felicidad de los demás.  Desprovisto de cualquier sentimiento, es incapaz de una relación romántica natural (gobierno basado en el respeto, la igualdad, la lealtad). Toda (toda su gobernanza) sus relaciones amistosas, profesionales o sentimentales están contaminadas por conflictos, tensiones, manipulaciones. Sus relaciones son tóxicas, patógenas, psicopáticas. En sus relaciones (su gobierno), el objetivo del PN es la apropiación (subyugación) del otro (del pueblo), y no la construcción de una relación igualitaria y respetuosa con su vecino (el pueblo).

El otro (el pueblo) se convierte en objeto. Por eso el perverso no duda en destruir la libertad del otro para apropiarse de él, colonizarlo, vampirizarlo.


 Estamos ante una mentalidad agresiva por principio. Su percepción es subjetiva, conspirativa, desprovista de racionalidad. Incluso  delirante y paranoica. Además, como el PN es fundamentalmente pesimista, no soporta el optimismo de los demás. De ahí su propensión a demoler el entusiasmo, la alegría de vivir, la independencia de espíritu, o las aspiraciones emancipadoras e igualitarias. En particular lo hace a través de oscuras observaciones sobre la existencia, su repulsión por las innovaciones, las transformaciones políticas o sociales.

Muestra una gran psicorigidez (conservadurismo, sectarismo, autoritarismo). Trabaja sin cansarse para denigrar la vida, el mundo y las personas. Para él, los demás son malos, él no, claro. A través de su pesimismo, el PN logra influir en su vecino (socio, amigo, colegas, sus ciudadanos), para embarcarlo en una inclinación depresiva, regresiva, reaccionaria. Luego, cínicamente, gusta de reprochar al otro el temperamento depresivo, regresivo, reaccionario al que él mismo dió lugar.

El PN es un virtuoso en el arte de destilar dudas sobre las cualidades, habilidades, capacidades transformadoras, personalidad de los demás. Tiene el arte de difundir el veneno de la crítica y la devaluación de los demás , con un cinismo adornado de autoridad despótica. Su moralidad es la de la ley del más fuerte y del más retorcido. Solo respeta a las personas que ocupan altos cargos, altos rangos, dotadas de fuerza, poder y riqueza. Desprecia a la humanidad humilde, al trabajador, al pueblo, a la mujer -esta parte enterrada en él que reprime-, porque el PN también es machista, misógino. Para el PN, mostrar humanidad y sensibilidad es expresión de debilidad, de sentimentalismo ingenuo. Para él, sólo cuentan sus objetivos, sus resultados priman, sus planes prevalecen, su hoja de ruta reza: "el fin justifica los medios". Además, todos los medios son buenos para lograr sus fines, incluida la fuerza, la violencia (represión, encarcelamiento de sus rivales, opositores).


El PN avanza enmascarado. Apoya a las personalidades maquiavélicas construidas para las necesidades de sus maniobras manipuladoras. Está enfadado con la sinceridad.  Cultiva la mentira sobre la que intenta cosechar su verdad. Es un mentiroso acérrimo e inveterado. Puede mentir con aplomo, así como puede decir Su verdad con aplomo o imponerla con un disparo o incluso con una bomba. Es un especialista en confusión e ingenio. Es capaz de mezclar con virtuosismo en el mismo discurso la mentira, la sinceridad y la franqueza.

Es un virtuoso de la inversión acusatoria, técnica apreciada por todos los oligarcas y dictadores. Una estrategia que consiste en darle la vuelta a la situación en contra de la víctima (el pueblo oprimido), convertido en culpable que debe justificarse, demostrar su inocencia. Esta postura de victimización permite a los PN salir ilesos de situaciones embarazosas (conflictos sociales, protestas políticas), sin tener que justificarse ni cuestionarse (ni relajar sus políticas represivas, ni revisar su estrategia económica destructiva). El arte de los PN es atreverse a acusar al otro de su propia perfidia y depravación, deficiencias y descuidos, intrigas y complots. Esto es lo que se llama, en términos freudianos, virar a la proyección.


Es una estrategia de ataque-defensa empleada sistemáticamente por el PN, en particular por políticos y gobernantes, estos niños adultos que dicen poder gobernar a los demás mientras son incapaces de manejar su perturbado equilibrio psíquico, de liderar su personalidad.

Ya lo dijo Sócrates- Platón ¿cómo va a gobernar a los demás quien ni siquiera se gobierna a sí mismo?

De temperamento megalómano, narcisista hasta el infinito, al PN le gusta ser valorado, un rasgo característico de los gobernantes. Cualquier daño a su imagen despierta en él perversidad y agresión,, arresto y encarcelamiento de cualquier autor de un escrito o video publicado en su página de Facebook.

El PN sólo disfruta humillando, haciendo sufrir a  su víctima (a su pueblo reducido a la mendicidad y desnutrición, a la obediencia servil y al malestar psicológico), muchas veces encerrado en una relación de dependencia con respecto a su verdugo  PN.  Se muestra incapaz de liderar una discusión constructiva (debate político) con respeto. Propenso a la ira, utiliza con frecuencia como argumentos de denigración, insultos, amenazas, incluso agresividad física, muchas veces lejos de la mirada de testigos mediante cierres de Internet, por ejemplo, para poder reprimir con toda invisibilidad e impunidad para no ser descubierto. no revelar su verdadera personalidad, ni lograr perpetrar su violencia por parte de sus secuaces (sus mercenarios, sus fuerzas policiales nazificadas, reclutas a imagen de sus empleadores estatales, psicópatas capaces de matar fríamente a manifestantes inocentes u opositores políticos). Ante testigos, es muy ingenioso al recurrir a sutiles alusiones pérfidas devastadoras, invisibles a ojos desinformados. Tiene el arte de hacer pasar su hiel por miel, su dictadura por pura democracia.

En términos de comunicación PN cultiva la ambigüedad. Siempre deja lugar a la duda y la confusión en sus discursos. Sus afirmaciones están envueltos en la oscuridad. Le gusta sembrar opacidad alrededor de su persona, ocultar su incapacidad, su afán de dominación, de poder. Además, para desarmar mejor la defensa de la víctima, para destruir la personalidad de su víctima (del pueblo), PN se esfuerza constantemente por ridiculizarlo, humillarlo, subrayar sus faltas, estigmatizarlo. Infantiliza y trata como inferiores a las personas, las priva de autoconfianza.  PN también utiliza la calumnia, la mentira y la malicia para destruir psicológicamente a su víctima.

Para completar su empresa de demolición psicológica (aniquilación política), PN logra aislar a su víctima (confinarla), la derrumba (la encarcela), la aleja de su familia (de sus hermanos en lucha), de sus familiares (de su compañeros de combate), para mantenerla bajo su dependencia.

Otra técnica eficaz utilizada por el PN: consiste en empujar a su víctima (el pueblo) a la culpa (al motín, a la anarquía), para así justificar el endurecimiento autoritario, las restricciones de libertades, la militarización de la sociedad, la represión policial, el amordazamiento político), la censura, dañar su imagen (difamar su lucha con acusaciones de conspiración). Y si la víctima se rebela contra su verdugo, la dulce ternura manipuladora da paso inmediatamente a la abierta hostilidad, violencia física (represión policial, incluso militar). El PN, ante la amenaza de la rebelión, revela su carácter violento y comienza la fase final de destrucción, de despotismo asesino, que puede llegar hasta la aniquilación psíquica o física de su víctima, hasta el genocidio. Hay alguno que empezó genocidando y luego vino todo lo demás.


Evidentemente, el NP siente un gran placer al utilizar al otro como objeto (su socio, su subordinado, sus electores, su pueblo), al reducirlo a una postura de inferioridad e impotencia para derribarlo mejor. Asegurar su dominio (imperio), fortalecer su dominio psicológico, moral e intelectual (político) sobre su víctima (sus ciudadanos). Una vez superada y neutralizada la resistencia de su víctima, la relación de dominación es total, el gobierno despótico asegurado. Por tanto, cualquier inclinación a oponerse se vuelve imposible. La víctima (el pueblo) incluso se convierte en cómplice de su opresión, de su verdugo. Elegido, pierde todo pensamiento personal. Completamente sumisa, cumple sin quejarse todos los deseos de su verdugo. Se somete a todos los caprichos de su amo. Incluso el más extravagante, el más íntimo, religiosamente perverso cuando la religión sirve como su afrodisíaco para estimular la erección de su poder impotente.

El PN es psicótico asintomático, estructurando su equilibrio descargando en otro (su pareja, su empleado, su gente) el dolor que no siente, el odio enterrado que siente por él. Un PN es un cascarón vacío, que llena destripando la felicidad de los demás. Desprovisto de una existencia propia, se deleita en mancillar la vida de los demás. Se ve obligado a construir un juego de espejos para darse la ilusión de existir.

No hay duda de que la vertiginosa expansión del mal dentro de las familias, las empresas y el mundo de la política y el poder es un reflejo del crecimiento desenfrenado del individualismo exacerbado y el espíritu de depredación. En una sociedad basada en la lucha de clases, el dinero, la ley de los más fuertes y tortuosos, los pervertidos son los reyes. Por lo tanto, no nos tiene que sorprender que todas las estructuras de la sociedad, desde la familia y los negocios hasta la política y el poder, alberguen a una gran mayoría de pervertidos narcisistas. Además, la perversión narcisista es la antesala de las organizaciones mafiosas, los regímenes dictatoriales. Estas instancias constituyen para el PN su refugio de guerra, su paraíso sádico, en el que florecen su belicosidad y perversidad con un refinamiento de placer orgásmico.

En general, tanto dentro del mundo empresarial como del universo político, sin olvidar a las autoridades estatales, PN siempre logra hacer culpables a otros de los desastres provocados por sus acciones, sus medidas políticas: para presentarse como el salvador supremo. y tomar el poder. Además, una vez asegurada la operación de conquista del poder, el dominio del Pervertido Narcisista se ejerce sin escrúpulos. Con el consentimiento y los sentimientos de sus víctimas consentidas y contentas.

Hoy, con la crisis multidimensional marcada por el colapso económico y la pandemia Covid-19 políticamente instrumentalizada, se desenmascara la perversión de los gobiernos. Como escribieron Maurice Hurni y Giovanna Stoll en su libro titulado “La haine de l'amour - La perversión de los lazos”: “Los líderes perversos, lejos de intentar suavizar o resolver los conflictos inherentes a cualquier agrupación humana (o pandemia viral), por el contrario, trabajarán para amplificarlos, poniéndose ellos mismos […] fuera del desastre relacional que desencadenan. “

 

Los malos gobernantes siempre dicen lo contrario de lo que hacen: afirman querer el bien de los pobres, distribuir mejor la riqueza, administrar los asuntos de manera más eficiente, castigar a los ladrones, ahorrar dinero. En realidad, sólo pronuncian estas consignas por su virtud seductora, incluso como encantamiento socialmente hipnótico, y sobre todo por la legitimidad que se otorgan a sí mismos ”. “(...) El pervertido desfigura los problemas que dice resolver (como lo estamos viviendo actualmente con la pandemia de Covid-19, la crisis económica y social, NDA). Esta forma de seducción y demagogia elude y elude el a veces arduo trabajo del pensamiento y la elaboración realista de dificultades; compromete inconscientemente al interlocutor en una forma de ideología. Así, el líder perverso pretenderá "reorganizar" cuando quiera desorganizar, "reunirse" mientras aspira a dislocarse, "modernizar" cuando sólo quiere devastar, "prevenir" cuando no piensa en apresurarse ", apaciguador "cuando en realidad excita". "Todos los líderes malvados regularmente hacían exactamente lo contrario de lo que decían hacer (ordenar, restaurar la moral, ahorrar dinero, etc.)". 

Está sucediendo actualmente en muchos países plagados por la locura del caos perpetrado por gobernantes narcisistas perversos que trabajan para destruir su país y empobrecimer a la población, mientras afirman estar trabajando para darle la vuelta al mundo (como un calcetín, decía uno). .

 Khider Mesloub

Por si alguien no comprende a Khider Mesloub, te lo dice la gran Rocío

https://youtu.be/huMnN2Ad4D8

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