MACROJUICIO VATICANO

 Mañana día 27 por vez primera un cardenal será juzgado en el Vaticano por asuntos dinerarios. Corrupción en el uso del dinero de las donaciones, novedad y riesgo.

27 de julio de 2021, por primera vez, un cardenal de la Iglesia católica deberá comparecer ante los jueces vaticanos. Angelo Becciu, de 73 años, de la Pattada en Cerdeña, está acusado de abusar de su cargo al hacer negocios con los millones de miembros de la Iglesia y de favorecer a amigos y familiares. Y dado que también se trataba de recursos del óbolo de San Pedro, es decir, donaciones a la Iglesia para los más pobres, la acusación es seria por partida doble.

Becciu fue suplente en la Secretaría de Estado del Vaticano de 2011 a 2018, es decir, subdirector del centro administrativo de la Iglesia universal. Era el principal responsable de las inversiones. Durante su mandato, adquirió una propiedad de lujo en el elegante distrito londinense de Chelsea, por varios cientos de millones de euros. En un antiguo edificio perteneciente a los grandes almacenes Harrods en Sloane Avenue, se iban a construir apartamentos para clientes adinerados.  Diversos mediadores que participaron en el el negocio percibieron altas comisiones por cerrar el trato. Uno de ellos, Raffaele Mincione, habría ganado 40 millones de euros.

El Papa le quitó todos los cargos a Becciu el pasado otoño. Sin embargo,  le permitió conservar su título cardenalicio y la sotana púrpura, y hasta el día de hoy sigue viviendo en el apartamento en la Ciudad del Vaticano. El espectacular juicio contra diez personas que se dice que pertenecieron al "sistema  de codicia organizaca", como escriben los investigadores del Vaticano en su acusación, probablemente será largo. Están acusados ​​de malversación, fraude, blanqueo de capitales, extorsión, corrupción y falsificación de archivos. También se dice que intentaron obstaculizar la instrucción del caso.

Entre los acusados ​​se encuentra Cecilia Marogna, una empresaria sarda de 40 años dueña de una empresa de buzones en Eslovenia. En los medios italianos se la conoce como la "Señora del Cardenal". Se dice que recibió 575.000 euros por sus servicios a Becciu. No está claro en qué consistían exactamente estos servicios. Marogna dijo una vez que había negociado la toma de rehenes del clero gracias a su red en los círculos de inteligencia. No se le puede culpar de nada, después de todo, la Secretaría de Estado aprobó todas las transferencias. Usó el dinero para comprar ropa y accesorios de grandes casas de moda. También se dice que Becciu dio órdenes y donaciones del Vaticano a sus tres hermanos. Uno dirige una fábrica de cerveza.

La expectación del caso está en saber si el cardenal caído intentará arrastrar a otros altos dignatarios a las profundidades con declaraciones incriminatorias. Durante años Becciu fue tan poderoso en la administración del Vaticano que lo sabe todo, también conoce todos los secretos. La Secretaría de Estado aparece como demandante en el proceso, como si el cardenal hubiera actuado por iniciativa propia y en detrimento de la Iglesia. Lo que también debería servir para que el secretario de Estado Pietro Parolin, número 2 del Vaticano, eludiera toda responsabilidad. La posición de Parolin se considera intocable. 

Mientras  el Papa ha quitado el poder al brazo inversor de la Secretaría de Estado y ha reorganizado las estructuras. ¿Pero será suficiente?