FUNDACIÓN PARA LA DEFENSA DE LOS DERECHOS Y LIBERTADES DEL PUEBLO

En Canadá se organizan para defender las libertades constitucionales que los gobiernos del mundo entero están negando a la población. El virus traído por los pelos para imponer el autoritarismo, aquí se ve que no apreciamos las libertades, que nos las regalaron, y lo mismo que nos las dieron un día nos las quitan otro.

Es impresionante este silencio de los científicos y sanitarios españoles que deberían de tener algo que decir. Sólo oimos hablar de decretos, de multas, de mascarilla obligatoria cuando resulta que el virus se ha marchado. Y nadie se contagia. Es impresionante como están a la que salta con los "rebrotes".

Que no se mueva ni una hoja al ver como ora por un lado ora por el otro los diputados apoyan las injustas medidas que siguen impidiendo una vida normal.

El descalabro económico y social que no se justifica, ni que hubiera venido la peste, por un virus que ataca las vías respiratorias de la gente mayor y enferma.

Como repite el economista Charles Gave, desde que empezó en China se sabía qué parte de la población era vulnerable,

¿por qué encerrar a todo el mundo de todas las edades?

La fundación para la Defensa de los Derechos y libertades del pueblo reúne abogados y científicos contra el gobierno canadiense para empezar. Para mostrar con datos concretos que los políticos no pueden alegar ignorancia y que desde el punto de vista sanitario las decisiones que se han tomado son las peores posibles. Ya empiezan a rodar las calumnias contra ellos, pero ya han recogido unos cuantos miles de dólares canadienses para emprender su acción.

Y animan a los ciudadanos a la desobediencia civil contra todos los inicuos decretos de "distancia social" y "mascarilla obligatoria" que se han instalado y que recortan nuestros derechos ciudadanos.

Hay personas que han perdido su puesto de trabajo por incumplir estas inicuas medidas, la dictadura está aquí, ambientazo. Sin alguien no la conoció por demasiado joven es su oportunidad.

Que manera de amargar la vida de los pueblos por el puro afán de control y poder, que aquí se da multiplicado por  el exceso de españoles viviendo del cuento.