CANONIZACIÓN
No entiendo mucho de la trascendencia de las redes sociales para el bienestar y el bienser
pero si ese señor te ha denegado su amistad
no te pierdes gran cosa, te lo aseguro. Hay muchos otras personas y seres humanos a los que
atender que aportan más. ¿Has probado un buen libro?
En 2002 habían pasado 10 años de la beatificación de Josemaría
Escrivá y el frágil, enfermo Juan Pablo II, en el ocaso de su pontificado,
cumplió la promesa hecha a Portillo de canonizar al founder. Sólo hacía 27 años
de su muerte y el pontífice estimó que había llegado el momento
de que el cura
español figurara entre aquellos que comunicaron especialmente con Dios. No lo
conoció en persona, evidentemente.
Por eso el 6 de octubre de 2002, una multitud estimada de
400.000 fieles se agolpaba en la plaza de San pedro y desbordaba por Via de la Conciliazione para
asistir a la ceremonia.
Ataviado de blanco, el pontífice enfermo y achacoso hizo su
entrada en el papamóvil poco antes de las 10 a.m La fachada de la basílica bañada por los
rayos del sol, desprendía magnificencia así como la cúpula que destacaba sobre
el azul intenso del cielo romano.
El Papa iba acompañado de Stanislav Dzwisz, secretario
privado y compañero desde hacía 40 años. Tras el estrado papal colgaba del balcón
central de la basílica un inmenso retrato del nuevo y más controvertido santo
de los tiempos modernos.
En el punto culminante de la ceremonia el pontífice de 82
años con dificultades para hablar y muestras del Parkinson en su mano anunció: “Con
la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo y la nuestra, tras larga reflexión, habiendo
implorado la asistencia divina y habiendo escuchado la opinión de nuestros
hermanos obispos, declaramos santo al beato Josemaría y que su nombre sea
inscrito en el canon de los santos.”
Esta ceremonia coincidió con mi propio encaminarme hacia la
salida de la cárcel.
Estuve en la de 1992, me puede imaginar el ambiente, fue en
primavera, reverdecer y brotar, esta fue en otoño, un declinar.
El aplauso brotó entusiasta de la multitud que había acudido
de unos cien países al centro de la cristiandad para la más mística de las
ocasiones. No todos eran intelectuales, es imposible, los intelectuales no se
congregan en este tipo de “saraos”.
Un fragmento de diente del nuevo santo colocado en un espléndido
relicario fue colocado cerca del altar para veneración de los fieles. El
relicario era un regalo del “Opus Dei” agradecido al Papa.
Ayudando al Papa en la ceremonia había 42 cardenales, entre
ellos José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las
Causas de los santos; Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, Antonio
María Rouco Varela, arzobispo de Madrid y Camillo Ruini, vicario de Roma. Resplandecía
de satisfacción también a su lado el recientemente fallecido obispo y prelado
Javier Echevarría. Para asegurarse de que todo iba sobre ruedas en el tramo
final de la canonización, cuatro meses antes el Papa lo había nombrado miembro
de a congregación de las Causas de los Santos. Nos hacemos santos a nosotros
mismos.
En su homilía el Papa recordó que Josemaría había sido
plenamente dócil al Espíritu Santo, convencido de que sólo así se cumpliría la
voluntad de Dios.”
Pero dejando a parte su santidad, la docilidad de Escrivá
era difícil de reconocer, no todos compartían esa visión de las cosas. En vida
fue todo menos dócil. Su cabezonería y falta de caridad con sus adversarios
fueron proverbiales. Fue vanidoso, petulante, codicioso, dócil de ninguna
manera.
Pero nada sorprendente hubo en la homilía puesto que la había
escrito el Arzobispo Dziwisz, un prelado perteneciente a la
Santa Cruz, el tentáculo opusino para
hacerse con la fidelidad de los curas y obispos en detrimento de la iglesia sin
duda. De hecho Dziwisz y otra eminencia “Opus Dei”, el cardenal Julián Herranz
Casado, gobernaban virtualmente el Vaticano mientras Juan Pablo II estaba
enfermo. Paréntesis, lo de las afueras de Jericó, eso sí es petulancia. Se
cierra el paréntesis. Y aunque contaban con la asistencia de Ratzinger y
Sodano, ambos admiradores del irascible Escrivá, Dziwisz tenía las claves del
crecientemente frágil pontífice.
Además de los 470 obispos no faltaban dignatarios ¿los
pobres y enfermos de la ciudad como dijo Jesús que eran los primeros en el
Reino? No, Carl A. Anderson, Supremo Caballero de los Caballeros de Colón y
miembro de OD; ¡el padre Marcial Maciel! El imitador mejicano que vaya
curriculum presentaba ya a las alturas de 2002…y Lech Walesa el sindicalista
que había ayudado al OD a implementar su estrategia para echar a los comunistas
de Polonia. También estaba el doctor Manuel Nevado Rey, cuya milagrosa curación
de un cáncer de piel causado por los rayos X había servido para elevar a Escrivá
a los altares. Tras haber empezado a rezar a Escrivá, nevado notó que sus manos
empezaban a mejorar y tenían mejor pinta, cuando antes no las enseñaba de lo
feas que estaban. La Consulta Médica,
panel de expertos vaticano que decidió la autenticidad del milagro, no había
encontrado explicación plausible y científica para la curación repentina y
restablecimiento total de Nevado. “Era un milagro”, dictaminó la Consulta.
En esta ocasión no había hermana Catalina Serus de las
Carmelitas para estropear el momento, la hermana Catalina era la superiora del
convento al que perteneció la hermana Concepción Boullon. En tiempos del
proceso de beatificación de Escrivá, la
hermana Catalina salió diciendo que la hermana Concepción, cuya milagrosa
curación de un cáncer terminal hizo posible la elevación a los altares del
founder, jamás había estado enferma y por tanto no podía haberse curado
milagrosamente.
En el caso de Nevado el periodista canadiense Michel Legault
hizo notar que según los textos del proceso de canonización Nevado supo que estaba
enfermo de cáncer de piel durante 20 años sin buscar ayuda médica. Los médicos
no reaccionan así, era la conclusión de Legault. Pero es lo que hizo Nevado y
Legault replicó: “en una mano tenemos al santo Jose María Escriva, parangón de
virtudes y en la otra, al doctor Escrivá, dermatólgo del cielo”.
Una vez retransmitida la ceremonia por la televisión al
mundo entero, unos cuantos cientos de peregrinos volvieron por la tarde para el
evento final del día: esa tarde se rezarían por primera vez las vísperas de san
Josemaría en la basílica más importante de la cristiandad.
La última palabra el día de la canonización la tuvo monseñor
Flavio Capucci, postulador del Opus Dei, recientemente nombrado Capellán de la
casa papal ¿cómo era aquello de los honores, títulos, medallas….montón de
chatarra? Les pasa lo que no quieren ni buscan. Capucci declaró en la radio nacional pública el meollo de la cuestión:
“El hecho de que Josémaría Escrivá haya sido canonizado demuestra que todas las
insidiosas acusaciones de sus detractores son totalmente infundadas.”
Lamentablemente, no es de hoy, pero que alguien esté puesto
en el “rol” de los santos no significa que lo sea. Tenemos ojos para ver y boca
para hablar de lo que hemos visto y oido.
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