DON FRANCO EL HEREJE

Es cierto, la política española da una sensación de decadencia insuperable. He oído en la radio los dimes y diretes contra la siguiente amenazada ministra. Por algún lado tendremos que romper esta situación de sometimiento a "oscuros poderes" que no dan la cara.
Está firmemente instalada la forma "babosa" de proceder en lugar de la honrada y recta. Quienes podrían hacer algo miran para otro lado y viven comodamente.

Ojalá sea verdad que el opus nada tiene que ver con esta convocatoria, es ilusionante.

Al leer esta historia del cura italiano Franco Barbero pensé que tardaron en echarlo. En 2003  Ratzinger envió de modo expeditivo a los ujieres. Lo quitaron del sacerdocio sin posibilidad de apelación. Para comprender lo que pasa en el mundo oculto de las relaciones entre los curas italianos y el sexo, basta desplazarse a Pinerolo en Piamonte y hablar largo y tendido con Franco Barbero. Un hombre de extraordinaria calidad humana. Un ser lleno de dulzura, abierto, con gran capacidad de escucha.

Nació en 1939 en Savigliano, provincia de Cuneo. Ordenado sacerdote en 1963. Después del seminario, fue enviado a un barrio de Turín, una especie de laboratorio laico. Don Franco se encuentra allí con homosexuales que acuden a confesar. Joven cura ignorante, fiel al Papa, escucha. A finales de los 70 se le ocurre fundar una pequeña comunidad. Reúne personas para rezar.

La comunidad se establece en Pinerolo.

En 1968 ha salido Humanae Vitae, en 1975 Persona Humana documento en el que el Papa aborda las cuestiones de ética sexual. Se refiere a los abusos de la facultad sexual "relaciones prematrimoniales, masturbación, relaciones homosexuales". El Vaticano declara así la guerra a gays y lesbianas del mundo. 

En 1977 don Franco traba amistad con Ferruccio Castellano, joven creyente homosexual, que a menudo acude a visitarlo. Juntos proyectan un gran congreso nacional sobre el tema "Fe y Homosexualidad". Pero su iniciativa choca con puertas cerradas y bocas cerradas. Ese mismo año y por azar dos homosexuales pasan por Pinerolo. Don Franco se entera por ellos de que en Berlín y en París existen grupos que celebran el amor de parejas homosexuales. El 4 de febrero de 1978 don Franco celebra la misa de boda de dos chicos. Emoción en los contrayentes y aislamiento de la pequeña comunidad. Don Franco y Ferrucio no renuncian al congreso nacional. Obtienen apoyo del pastor Eugenio Rivoir, director del Centro ecuménico piemontés Agapé. Del 3 al 15 de junio de 1980 tiene lugar el sueño realizado del vasto encuentro sobre el tema "Fe cristiana y sexualidad", celebración de libertad, alegría y esperanza, nuevas reflexiones, nuevas propuestas.





Don Franco publica "Omosessualità et Vangelo": "no se trataba de transgredir sino de trascender. No pretendía incumplir las leyes litúrgicas sino considerarlas sin más como pasadas de moda. Nos dimos la libertad de celebrar el amor, no teníamos la intención de violar las normas, sino dado que las considerábamos inadaptadas, incapaces de responder a la presencia de hombres y mujeres que eran los nuevos protagonistas en el seno de la comunidad cristiana. Por eso optamos por asumir el punto de vista del que ama y cree, que ocupa un espacio real de la comunidad. No hacía falta buscar otra vía. No había porque avergonzarse y entrar con la cabeza gacha en la sacristía. Había que hacerlo con toda la dignidad de hijos e hijas de Dios. Había que ir más allá de la dinámica y el código preciso del dictado eclesiástico, no por afán polémico ni por el placer de desobedecer, ni para jugar a ser rebelde, sino en un espíritu de madurez y conciencia, por muy limitado y falible que sea. No se trataba de conferir dignidad a las personas sino de reconocérsela."

Mientras tanto, don Franco trabaja en su gran pasión: la investigación bíblica y teológica. Cuando no está escuchando está leyendo, cuando no está leyendo está escuchando. Don Franco agradece a Dios que le haya abierto los ojos al nuevo territorio del amor y bendice parejas gays y lesbianas. No entra en los debates sobre el matrimonio homosexual, se mantiene a distancia y prefiere  dejar que sean los protagonistas de ese gesto de unión ante Dios que usen el lenguaje que les venga bien.

Algunos lo llaman "pacto de amor". Don Franco va más allá de la terminología, le interesa la sustancia del asunto. Ve en esa forma de amor un don precioso, la acoge, valora y la presenta a la Iglesia como camino practicable.

La Iglesia para él no un lugar donde se hace lo que siempre se ha hecho, sino un espacio de creación, una comunidad de creyentes en la que Dios no está mudo, en la que Dios no deja de seguir su historia con la humanidad. Una Iglesia laboratorio en el seno de la cual se halla siempre  la posibilidad para desarrollar nuevos impulsos, nuevos avances.

Si no intentamos nuevas experiencias, si no iniciamos nuevos caminos, si no salimos de los caminos trillados, si no buscamos nuevos espacios, nuevas teologias, corremos el riesgo de no encontrar y no acoger al nuevo Dios que es semilla en nuestras comunidades.


El 13 de marzo de 2003 a las 7 de la mañana,  cuando la policía suele presentarse  en los domicilios, el obispo de Pinerolo monseñor Piergiorgio hace llegar a don Franco el decreto de expulsión del sacerdocio. Expulsado del estado clerical y dispensado de sus obligaciones. El documento procede de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Lleva la firma del cardenal Ratzinger que se dirige al interesado como señor Franco Barbero. Condena suprema, sin apelación ni recurso, condena eterna. Don Franco recibe el golpe en lo más hondo de su persona.